Seguro has escuchado que tomar antibióticos y mezclarlos con alcohol puede ser un problema para tu salud, es lo que te dicen, pero ¿en verdad es así? El mito de los malos resultado de tomar un medicamento para una infección y su combinación con una bebida etílica se remonta a la Segunda Guerra Mundial, cuando se trataba a los soldados heridos con penicilina, pero era tan escasa que se debía recolectar lo que sobraba en su orina para que luego alguien más la tomara.
De acuerdo con Fundación UNAM, los soldados que estaban ya en recuperación sí podían tomar cerveza para aumentar el volumen de su orina, pero esto hacía más complicado recolectar la penicilina por lo cual se les prohibía tomar durante su tratamiento.
La realidad es que los antibióticos no tienen efectos secundarios si se ingiere alcohol, pero la gente decide interrumpir sus tratamientos para tomar una copa, lo que ocasiona que la medicina no funcione y se provoque una resistencia a los antibióticos.
La mayoría del alcohol no produce efectos sobre los antibióticos, aunque si hay excepciones, por ejemplo la cefalosporina, cefotetan y ceftriazona que provocan que una bebida se procese con mayor lentitud, incrementando los niveles de algo llamado acetaldehído, lo que causa a su vez, síntomas como el vómito, enrojecimiento facial, dolor de cabeza, dificultad para respirar y dolores en el pecho.
El metronidazol es otro antibiótico que también puede ocasionar reacciones al tomarlo con alcohol, aunque un experimento realizado a un grupo de hombres finlandeses durante cinco días, no mostró efectos secundarios tras consumir alcohol.
Hay otros antibióticos en los que sí se debe abstenerse totalmente de tomar alcohol, por ejemplo tinidazol, linezolida y eritromicina, por lo cual los doctores advierten específicamente a los pacientes.
La mejor recomendación es no automedicarse, acudir con un médico, cumplir con el tratamiento y preguntar al especialista si se está en posibilidad de ingerir alcohol o no.
