Morir es un tema inevitable en la vida de todos, ya que es lo único seguro que se presentará en el transcurso de nuestra existencia, ya sea la propia o la ajena pero, forzosamente, la propia.

Funerarias se han enfrentado al reto que representa la realización de estrategias de marketing ligadas a un tema del que suelen rehuir los consumidores pero del que tarde o temprano terminarán siendo consumidores. La tanatología o psicoterapias como el psicoanálisis, han sido un auxilio para saber cómo hacer frente a este reto. “¿Por quién doblan las campanas?”, preguntaba Hemingway. Nos da miedo cada vez que alguien cercano fallece porque nos recuerda nuestra propia vulnerabilidad. Esto es una herida narcisista importante, de ahí nace esta obsesión por la juventud en libros, películas, mitos, publicidad o moda, entre otros.

¿Qué pasa entonces con aquellos que están obsesionados con la muerte?

Un ejemplo cotidiano pueden ser las tribus urbanas: los emos, los darks o rockeros hablan frecuentemente de ella, ya sea en canciones, poemas, libros, películas o, incluso, a través de su vestimenta. Lo interesante de estos grupos es que la mayoría están conformados por personas jóvenes y no es en vano, ya que los adolescentes suelen estar en duelo por la pérdida de su infancia, están en un “puente” en donde ni son niños ni son adultos todavía. Por eso, los temas acerca de la muerte suelen ayudarles a manejar angustias inconsncientes y crearse una identidad, decir: "yo soy emo".

Por otro lado, existen casos religiosos como aquellos devotos a la Santa Muerte o sectas que se interesan en abordar este tema. Sigmund Freud a este mecanismo le llamaba pensamiento mágico, no porque él creyera en la magia, sino porque es un mecanismo de defensa que utilizamos para creer que a través de rituales podemos tomar control de aquello que, desafortunadamente, no está en nuestras manos.

Obsesiones más patológicas son los duelos complicados o las ideas suicidas. El primero sucede cuando después de años de que un ser querido falleció, se siguen teniendo comportamientos extraños que no permiten a la persona viva continuar con su vida. Vestir de luto o mantener sus pertenencias intactas después de más de veinte años, sería un ejemplo. También seguir hablando con la persona o pensar que sigue viva. Por otro lado, en el caso del suicidio, suele ir acompañada de la depresión que va desde ideaciones suicidas hasta intentos de llevarlo a cabo. En estos dos últimos casos es muy importante que sean intervenidos por un psicólogo o psiquiatra.

La mejor recomendación será diferenciar el grado de obsesión que hay con la muerte, teniendo en cuenta que puede ir desde una simple fascinación pasajera hasta ideas persecutorias que inhabilitan a la persona. No es lo mismo cuando hablamos de alguien a quien le gustan los videojuegos donde mata zombies, a alguien que teme salir a la calle por miedo a morir. Una vez que se identifique la gravedad de este padecimiento, podrá determinarse con qué experto acudir y qué tipo de terapia es la más recomendable. Finalmente, el poeta Antonio Machado decía: “la muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos”.

Por: Psic. Monserrat López Lugo

Clínica de Asistencia de la Sociedad Psicoanalítica de México (SPM).

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