La creación del Día Internacional de la Mujer se aprobó en 1910, gracias al esfuerzo del Partido Socialista Internacional, pero al principio muchos no lo tomaban en serio. No fue hasta el año siguiente de su origen, que la fecha tomó un nuevo significado, luego de que un devastador incendio en la ciudad de Nueva York sacó a la luz las terribles condiciones bajo las que las mujeres laboraban.
La compañía Triangle Waist se dedicaba a la creación de blusas de mujer y era en muchos sentidos, un ejemplo de explotación laboral. Los dueños habían dejado en manos de subcontratistas la responsabilidad de sostener la plantilla de empleados, la mayoría de ésta formada por inmigrantes que no podían quejarse de las condiciones de trabajo por temor a ser despedidas. De esta manera, los jefes podían imponer largas jornadas sin condiciones de seguridad, ni paga justa.
Las salas de maquila estaban repletas de objetos que dificultaban el paso y además ocultaban a los niños contratados ilegalmente de los inspectores. (Foto: Cornell University)
De hecho, en 1909 la mayoría de las trabajadoras de Triangle Waist salieron repentinamente de la fábrica en protesta por sus condiciones, pero dos años después, no se había efectuado ningún cambio y las empleadas se habían resignado a su situación. No todo estaba perdido y en 1911 parecía haber una ola de cambio mundial al celebrarse oficialmente el primer Día Internacional de la Mujer en Dinamarca, Alemania, Suiza y Austria.
Nadie vio venir que el sábado 25 de marzo de ese año, cuando la fábrica Triangle Waist estaba a punto de terminar su actividad del día, un incendio se desató en los pisos superiores del edificio Asch, en el cuál estaba ubicado la maquila. Las mujeres atrapadas en el noveno, octavo y décimo piso, rápidamente entraron en pánico.
Algunas chicas intentaron abrir la puerta de emergencia, sin éxito ya que la salida había sido cerrada. Se sospecha que fueron los dueños quienes bloquearon esta vía para evitar robos de las trabajadoras. Aquellas que lograron salir por una escalera de emergencia no corrieron mejor suerte, ya que la estructura endeble colapsó por el exceso de peso.
Finalmente, hubo un grupo que se quedó dentro del edificio en espera de los servicios de emergencia. Pero cuando la ayuda finalmente llegó, los bomberos se dieron cuenta de que no podían hacer mucho, ya que las escaleras no llegaban a la altura suficiente para sacar a las víctimas y las mangueras no expulsaban agua lo suficientemente alto.
Desesperadas, muchas jóvenes prefirieron saltar de las ventanas que morir quemadas, ante la impotencia de los vecinos y reporteros que miraban desde abajo. De las 500 empleadas, 146 perdieron la vida en aquél horrible día. Algunas eran apenas adolescentes, las más jóvenes de 14 años.
Pese a las súplicas de los rescatistas para que esperaran, las mujeres saltaron al vacío. (Foto: Cornell University)
Las semanas después de apagar las llamas conmocionaron a toda la ciudad. Mientras se identificaban a las víctimas, las iglesias y otros centros de oración se llenaron con ciudadanos devastados por el suceso. Finalmente la tristeza comenzó a ser reemplazada con enojo y se generaron protestas masivas para reclamar un juicio contra los responsables.
En diciembre de 1911, los socios dueños de la empresa, Isaac Harris y Max Blanck fueron enjuiciados por el incendio. El proceso duró sólo veintitrés días y finalmente un juez declaró a los empresarios inocentes, a pesar de los gritos de protesta de los familiares de las víctimas que estaban en la sala de testimonios.
Después del veredicto, algunos de los familiares de las fallecidas y sobrevivientes, presentaron demandas grupales contra los dos socios. El 11 de marzo de 1914, tras una agotadora pelea legal, los empresarios llegaron a un acuerdo con los afectados y pagaron la ridícula cantidad de 75 dólares por cada vida perdida en el incendio.
Blanck Y Harris también impidieron que las maquiladoras formaran sindicatos, porque creían que esto los haría perder dinero. (Foto: Cornell University)
Peor aún, los empresarios reabrieron la compañía en una nueva ubicación que tampoco tenía medidas de seguridad ni salidas de emergencia. Blanck fue enjuiciado otra vez en 1913 por cerrar las puertas de su nueva fábrica mientras las trabajadoras estaban en su jornada. Y ese mismo año un juez les dio una advertencia a los socios por acumular basura inflamable en el nuevo edificio. Finalmente, en 1918, la compañía Triangle Waist cerró para siempre sus puertas.
La vida de esas 146 mujeres no se perdió en vano. El desastre provocó indignación a nivel mundial y contribuyó a reforzar la importancia del recién creado Día Internacional de la Mujer. A pesar de que esta conmemoración se extendió rápidamente a otros países, no fue hasta 1975 que las Naciones Unidas lo tomaron en cuenta por primera vez.
Hoy miles de mujeres siguen sometidas a condiciones de explotación en sus trabajos, pero gracias al trabajo de activistas y organizaciones, tenemos la esperanza de que tragedias como el incendio de Triangle Waist no se repitan jamás.
Con información de Cornell University, Thought Co y Organización Internacional del Trabajo
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