Psic. María Salamanca
Es común que aquello que es desconocido para nosotros, lo que no podemos explicar o las cosas que nos causan incertidumbre generen angustia en el ser humano. La angustia, es una sensación que si bien no es agradable, nos orilla a movilizarnos, justamente para no sentirnos paralizados y, por lo tanto, inertes o “sin vida”.
La muerte es, sin duda, uno de los temas que más angustia generan; por lo tanto, es uno de los temas que más tienden a movilizarnos, para sentirnos vivos, a pesar de que sintamos dolor.
El ser humano, en términos generales, busca preservar la vida; sin embargo, la muerte es inevitable y eso es algo que no podemos negar. Culturalmente, se le intenta dar explicaciones y también se crean formas de lidiar con ella, y para lidiar con la idea de perder a nuestros seres queridos o, incluso, para elaborar nuestra propia muerte, por ejemplo, en algunas culturas orientales la muerte se relaciona con el honor. En nuestra cultura lidiamos con la incertidumbre de la muerte con humor y con ritos funerarios llenos de colores, comida y luz, es decir, lo opuesto a la muerte que, generalmente, nos remite a oscuridad; es de esta manera que lidiamos con aquello que nos causa miedo.
Independientemente de nuestras creencias, hay una parte importante de pérdida con la que hay que lidiar cuando perdemos a un ser querido, necesitamos tiempo para procesarlo y los funerales sirven este propósito, ya que a la vez que la familia hace lo que considera ideológicamente correcto para darle “descanso” de quien han perdido, también es un momento en el que se despiden de él, elaboran la idea de que aquella persona ya no está y así los ritos funerarios nos dan la oportunidad de comenzar a elaborar el duelo y de que, cognitivamente, nuestra mente entienda lo que ha sucedido.
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El duelo tiene distintas etapas, cada quien puede vivirlas de manera distinta y transitar por ellas, dependiendo de cómo sucedan los hechos que llevaron a la muerte de un ser querido, la relación que tenían con éste, el nivel de cercanía y otras circunstancias que pueden haber marcado la relación como pleitos, distanciamientos, etc.
Durante el duelo se pasan por momentos de Negación, Ira, Negociación, Depresión y, finalmente, Aceptación.
La negación es la reacción inicial, ya que nos ayuda a lidiar con el shock de la noticia; la ira es la sensación de injusticia y la forma de lidiar con el dolor de que seamos nosotros a quienes nos ha tocado vivir una pérdida tan grande; la negociación consiste en intentar recuperar a aquel que se ha ido, se negocia con algún ser o fuerza dependiendo de las creencias en un diálogo interno, es en este punto del duelo en el que intentamos por lo menos, quedarnos con las partes buenas que tenía la persona que ha muerto ya conscientemente sabemos que el que regrese físicamente es algo imposible; la depresión es ese momento en el que comprendemos que aunque lo neguemos y nos enojemos la pérdida es algo que sí sucedió y nos sucedió a nosotros, no hay nada que podamos hacer para que nuestro ser querido regrese y hay que aceptar que aunque recordemos las cosas buenas, hay algo que se perdió y que nunca regresará, es decir, en la depresión aceptamos que hay un dolor y que hay que vivirlo. Finalmente, la aceptación llega con el tiempo, el manual diagnóstico y estadístico V de la American Psychiatric Association señala que un duelo completamente normal puede llegar a durar dos años, pero son dos años en los que, aunque por periodos nos volvamos a sentir mal, en general tendemos a irnos sintiendo más tranquilos con la pérdida, recordando las cosas positivas y buenas que nos dejó conocer y convivir con aquella persona que ha fallecido.
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Asimismo, el duelo puede complicarse ya sea por la naturaleza de la relación, características de la muerte del ser querido (si fue una muerte inesperada o violenta por ejemplo) o por características propias de la persona; y, si se complica, se puede pedir ayuda profesional.
En el duelo las redes de apoyo son muy importantes, así como compartir con personas con las que se comparte la pérdida; sin embargo, también hay que entender que es normal que algunas personas necesiten momentos de soledad para estar consigo mismos.
La propia muerte también es un tema importante. Es, generalmente, en la vejez cuando pensamos en ella, ya que es parte de un proceso natural, pero hay factores que pueden precipitar el que pensemos en ella, como enfermedades o accidentes…la ansiedad ante nuestra propia muerte tiene que ver con factores como que la persona todavía tiene asuntos pendientes que realizar o resolver, ¿cómo va a ser nuestra muerte? ¿Nos va a doler o va a ser tranquila? y ¿qué pasará después? tanto con nosotros como con quienes dejamos atrás.
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La muerte es inevitable, es parte de la vida misma y está ligada a ella, tanto es así que lo que pensemos sobre la muerte va a determinar cómo vivimos la vida, y cómo vivimos nuestra vida va también a determinar cómo enfrentamos la idea de la muerte misma.
Psic. María Salamanca
Clínica de Asistencia de la Sociedad Psicoanalítica de México (SPM)