En México existen diferentes tipos de pan de muerto, pues a lo largo del tiempo cada estado de la República Mexicana ha creado sus propias tradiciones y recetas para celebrar el Día de Muertos.
Ofrecer algo a los que ya se fueron se remonta a las culturas prehispánicas, como la ofrenda que le hacían a la diosa Cihuapipiltin, dedicada a las mujeres que fallecían durante su primer parto, en donde le preparaban panes en forma de mariposa o rayo, para proteger a los niños huérfanos.
Existen distintas teorías sobre la creación del pan, una de ellas es que los españoles, al ver los sacrificios humanos que hacían nuestros antepasados, quedaron tan asustados que decidieron darles una alternativa, que supuestamente fue el pan.
Es así como crearon una forma de representación humana comible en lugar de sangrienta, lo cual es un alivio en la actualidad, pues sería difícil (o no) elegir cada año a un conocido como ofrenda al dios de los muertos y del inframundo.
Si eres explorador, en De10.mx te contamos sobre 10 variedades de pan de muerto que puedes encontrar en algunos rincones de México para recordar a los que se nos adelantaron en este Día de Muertos.
El clásico que se encuentra en cualquier panadería mexicana; pero del que existen distintas variaciones: seco, barnizado con mantequilla o endulzado con azúcar blanca o rosa para simular la sangre; con ajonjolí, agregando un toque de anís, y, recientemente, relleno con nata, chocolate o frutas como fresa o mango.
Independientemente del que elijar, todos llevan los famosos huesos y el cráneo. Se consumen en varios estados, entre ellos Baja California, Colima, Coahuila, Chihuahua, Jalisco y Nayarit.
Foto: Pedro Mera/ Xinhua
En el pueblo de San Andrés Míxquic, en la alcaldía Tláhuac de la Ciudad de México, se elaboran las “despeinadas”, rosquillas espolvoreadas de azúcar rosa que en ocasiones se decoran con una cruz en el centro.
En el Estado de México existe el pan antropomorfo llamado “muertes” hecho de yema de huevo con canela. Con la misma mezcla se crean figuras como conejos o borregos.
También entre sus tradiciones realizan gorditas de maíz llamadas tlaxcales, preparados de maíz fresco en forma de triángulo y huesos hechos de masa blanca con mantequilla, y con un toque de azúcar.
En Guerrero colocan en las ofrendas de Día de Muertos panes en forma de muñecos, para simbolizar a los difuntos. Todos son preparados con manteca, harina, huevo y levadura, y se hornean entre 15 a 35 minutos, dependiendo del tamaño de la pieza.
Otras figuras son peces, perros y mariposas, dedicados a los infantes u otros seres queridos. En algunos poblados del estado, el pan tradicional de muerto se conoce como amargosas.
Foto: Luis García Soto/ El Universal
Este pan en forma de figura humana se elabora en Acámbaro, Guanajuato. Se glasean de blanco con un punto de azúcar rosa en el centro si representan a un adulto, o sólo de blanco si se trata de un niño. También se hacen figuras en forma de conejo, mula y borregos.
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En la parte huasteca, donde le llaman Xantolo al Día de Muertos, el famoso pan “peluca” se crea con harina en hornos calabaceros y su forma es similar a la de un pambazo. Anteriormente se repartía en los velorios y ahora se coloca en la ofrenda de Día de Muertos.
En Michoacán es tradición comer "pan de ofrenda", hecho a base de harina de trigo, levadura de soya, azúcar y sal, en estas fechas. Las figuras varían, pueden ser conejos, campesinos, vírgenes o flores grabadas con los nombres de los que se nos adelantaron.
Foto: Alejandrino González/ El Universal
En las ofrenda michoacanas también se pueden encontrar el pan "rodilla de Cristo". Tiene forma redonda y está abierto de la parte superior para simular la rodilla de Cristo con heridas, es común azucararlo.
Las "regañadas" representan las ánimas de personas y animales en Oaxaca. Es un pan preparado con harina de trigo, sal, azúcar y manteca de cerdo, se espolvorea con azúcar para darle sazón dulce.
En Puebla se consumen roscas de colores conocidas como "golletes". En la ofrenda se colocan sostenidos por una caña. El pan, en forma simboliza la cabeza del enemigo vencido y la caña, la vara donde eran ensartadas.
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