La tauromaquia es un tema que divide opiniones y polariza. Mientras que algunos lo ven como un claro ejemplo de maltrato animal, otros lo defienden como un arte con raíz en las tradiciones.
En el Día Mundial Antitaurino, te contamos cuál es el origen de estas prácticas y cómo han evolucionado hasta nuestros días.
El inicio de las corridas de toros en España se remonta al año 711 a.C., con la primera “fiesta brava” oficial en honor a la coronación del Rey Alfonso VIII. Se cree que para este “espectáculo” se retomaron elementos de los combates de gladiadores en el Imperio Romano.
En un inicio, el torero iba a caballo y sólo la aristocracia podía participar. Durante el reinado del Rey Felipe V se prohibió esta tendencia, porque el monarca creía que involucrarse en una actividad tan violenta no era digna de la realeza. El resto del pueblo continuó con las corridas de toros, ahora con el matador a pie.
Fiesta brava realizada en 1904 (Foto: Wikicommons/Brück & Sohn Kunstverlag Meißen)
La primera fiesta brava en México se realizó en 1535, importada por los Conquistadores y con presencia de Hernán Cortés. Se realizaban las lidias en el Zócalo capitalino, con una arena improvisada con tablas. Algunos pueblos indígenas retomaron esta práctica y le dieron su propio significado, relacionado con el papel del toro en sus creencias.
La temporada de toros en España dura de la primavera hasta el otoño. El sangriento espectáculo comienza con un desfile de matadores por la arena. Después los participantes toman su lugar y comienza una fase denominada “la capa”. En este momento, el torero realiza “fintas” hacia el animal, esquivando sus cornadas.
Sigue la fase del “picador”. En esta etapa, matadores a caballo apuñalan al toro en el lomo para hacerlo enojar. Es común que en este paso también resulten muertos varios caballos. Se complementa con la tarea de los banderilleros, quienes van a pie y clavan en el animal dardos de colores.
Plaza de toros en Argentina, 1934. (Foto: Wikicommons)
Finalmente llega la etapa de la matanza. Cuando el toro está ya debilitado por el esfuerzo físico de los pasos anteriores, el matador se acerca con una espada y lo apuñala. Se considera de mayor prestigio si el animal tiene una “muerte limpia”, pero de todas maneras un asistente del matador le corta la garganta para terminar con su vida.
Si se considera que el torero tuvo un excelente desempeño, se le obsequia al matador la oreja o cola de su víctima. En total, una lidia de toros tradicional puede durar tres o cuatro horas, en las que se emplean seis toros y actúan tres toreros.
Hay una medida extraordinaria, conocida como “El Indulto”, en la que un matador puede decidir perdonarle la vida al toro, tras pedir la opinión del público. Se otorga este perdón “cuando una res, por su trapío y excelente comportamiento en todas las fases de lidia, así lo merezca”. Los toros perdonados son curados, se retiran y viven el resto de sus años como sementales.
Protesta antitaurina en México, 2010. (Foto: Agencia EL UNIVERSAL/ Marco Antonio Valdez)
Hoy en día, las corridas de toros están prohibidas en varios países, como Costa Rica, Panamá, Nicaragua, Ecuador, Uruguay y Argentina, la primera nación iberoamericana en terminar con esta práctica, en 1891.
En otros países, solo se prohíbe en ciertas ciudades. En México, ya se han erradicado las jornadas de lidia en Sonora, Guerrero, Durango, Coahuila y Pátzcuaro; pero el caso más reciente fue en este 2022, cuando un juez ordenó la suspensión definitiva de los espectáculos taurinos en la Plaza México, la más grande del mundo y considerada tradicionalmente la más importante de América, es un golpe sin precedentes en la historia de la tauromaquia mexicana.
En Francia y Venezuela también hay urbes antitaurinas. En la propia España ya es ilegal en más de 80 municipios y en provincias como Asturias, Andalucía, Canarias y Cataluña. Entre tradición e historia, el resultado de esta fiesta sigue siendo la muerte de animales sacrificados para el entretenimiento de la audiencia.
Con información de El Español y El Universal
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