Vivir bien

Casos médicos que dejaron a los doctores con la boca abierta

Desde dientes que explotan hasta pacientes que escupen fuego… No, no lo estamos inventando, estos extraños padecimientos existieron en verdad

Foto: Pixabay/Emojitierra
13/03/2019 |06:00carolina.mejia |

Con todos los pacientes que visitan el consultorio médico o la sala de urgencias en un día normal, es probable que muchos profesionales de la salud sientan que ya lo han visto todo. Pero hay casos tan extraños, que hasta los doctores se quedaron perplejos.

Gran parte de estos milagros médicos ocurrieron años atrás, mucho antes de la medicina moderna. Una combinación de azar, malas decisiones e incluso condiciones perfectamente explicadas por la ciencia hoy en día, produjo síntomas que impactaron a la comunidad médica.

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Si no nos crees, debes de leer este listado con casos que dejaron a los doctores con la boca abierta:

1. Los dientes explosivos

Si has padecido un dolor de muelas, sabes que la agonía es insoportable. Hace 200 años, un clérigo de Pennsylvania, Estados Unidos comenzó a sentir esta dolencia, por lo que aplicó locos remedios como hundir la cara en agua helada o golpear su cabeza en el suelo.

Al día siguiente, "un estruendo agudo, como un disparo de pistola, rompió su diente en pedazos, dándole un alivio instantáneo". Si ya el caso era extraño, imaginate la sorpresa de los doctores cuando se comenzaron a recibir casos similares.

En una ocasión, el estallido en la muela de una joven incluso la ensordeció por varias semanas.

Aunque se ofrecieron teorías que vinculaban las explosiones a cambios de temperatura o los rudimentarios empastes de la época, nunca se llegó a una conclusión satisfactoria sobre este caso.

2. El traga cuchillos que murió de hambre

Cuando la audacia se mezcla con estupidez pasan cosas terribles. Si no nos creen, pregúntenle a John Cummings, un marinero estadounidense que en 1799 desembarcó en el puerto francés de Le Havre. Ahí vio un mago que tragaba cuchillos y esa misma noche, ya alcoholizado, Cummings decidió probar el truco.

El marinero se tragó un cortaplumas y tres navajas, con éxito. Por años, el marinero no volvió a repetir el truco, pero en 1805, durante una fiesta, quiso repetir la hazaña.

No pasó mucho tiempo antes de John Cummins comenzara a sufrir las consecuencias de sus actos y se vio aquejado con un dolor abdominal que le dificultaba comer. En 1809, después de una larga enfermedad, el marinero murió.

3. Las pobres palomas usadas como cura

En el siglo XIX, el médico alemán Karl Friedrich Canstatt decidió que la mejor cura contra las convulsiones infantiles era sostener el anca de una paloma contra el ano del niño durante su ataque. Supuestamente, el ave moría poco después y las convulsiones cesarían por arte de magia.

Gran parte de la comunidad científica se rió de la cura “milagrosa”. Esto hasta que en agosto de 1850, el director del Hospital Infantil de San Petersburgo, Dr. JF Weisse, fue convocado para tratar a un niño que estaba gravemente enfermo.

El médico, frustrado, aplicó la famosa anca de paloma. El niño jadeó, vomitó y después se recuperó por completo. El ave murió horas después, sin duda traumatizada. Weisse se convenció de la efectividad del método y trató, sin éxito, de convencer a sus colegas de seguir con la investigación usando otros animales de corral.

4. El soldado que fue su propio cirujano

El coronel Claude Martin era un soldado del siglo XVIII, tenía una carrera espectacular: se convirtió en el europeo más rico de India y también construyó (y voló) el primer globo aerostático del país.

Por si esto no fuera poco, el coronel también fue la persona en practicar un procedimiento médico conocido como litotricia, en el que se remueven los cálculos en la vejiga. Por sí solo, este logro sería impresionante, pero lo más impactante es que Martin practicó el procedimiento en su propio cuerpo.

Martin diseñó un instrumento especial hecho con una aguja de tejer y un mango de ballena. Luego insertó este instrumento casero en su propia uretra y dentro de su vejiga, y raspó la piedra poco a poco, hasta 12 veces al día, durante seis meses.

5. El molinero amputado

El 15 de agosto de 1737, Samuel Wood trabajaba en uno de los molinos de viento en la Isla de los Perros en Londres. Durante sus tareas, no se percató de que su cuerpo había quedado enrredado en una soga, la cual se atascó en el engranaje del molino.

Samuel Wood salió volando y al caer, se dio cuenta de que le faltaba algo: su brazo derecho. Los médicos que trataron al joven se sorprendieron al darse cuenta que la amputación había sido tan eficaz que la vida del paciente no corría peligro.

El molinero se convirtió en una especie de celebridad, ya que se vendían imágenes con su rostro y fue examinado por científicos de todo el país.

6. La niña que vomitaba babosas

En el verano de 1859, una niña de 12 años de Londres llamada Sarah Ann comenzó a quejarse de sufrir náuseas. Poco después, vomitó a una babosa de jardín ¡viva! Sarah vomitó otras siete babosas antes de que sus padres la llevaran al doctor.

En el consultorio la niña dijo que le gustaba comer lechugas del jardín. El doctor que la trató concluyó que la niña había ingerido una familia de babosas por accidente y estas habían madurado en su estómago.

La historia puso a dudar a la comunidad científica, por lo que JC Dalton, un profesor de fisiología de Nueva York, realizó experimentos con babosas y ácido estomacal. El comprobar que todos los animales morían al ser sumergidas en el líquido, determinó que Sarah Ann probablemente mentía.

7. Los dragones humanos

En 1886, un hombre de Glasgow, cuyo nombre se desconoce, que había estado sufriendo de mal aliento durante aproximadamente un mes, se despertó en la noche y decidió usar un fósforo para mirar su reloj. Al soplarlo, grande fue su sorpresa, ya que comenzó a escupir fuego.

Suena muy inusual pero poco después, el médico escocés James McNaught, se encontró con un paciente tan afectado por eructos combustibles que tuvo que dejar de fumar por temor a incendiar su casa.

Al pasar un tubo dentro del estómago del hombre, McNaught descubrió que una obstrucción en el intestino hacía que el contenido del estómago del hombre se fermentara, produciendo grandes cantidades de metano inflamable.

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