“Adeline Virginia Stephen, la segunda hija de Leslie y Julia Prinsep Stephen, nacida el 25 de enero de 1882, descendiente de un gran número de antepasados, unos famosos y otros desconocidos; en el seno de una familia numerosa, hija de padres acomodados, aunque no ricos, en un mundo del siglo XIX, muy comunicativo, epistolar, propenso a las visitas y a la elocuencia”, ésto escribió Virginia Woolf sobre sus orígenes, en una página de sus cuadernos.
La infancia de Virginia Woolf
Su padre era un reconocido historiador, editor, crítico y escritor que se codeaba con famosos autores victorianos de la altura de Henry James. Su madre era sobrina de la fotógrafa Julia Margaret Cameron, por lo que estaba rodeada de los ingredientes necesarios para convertirse en una escritora de altura.
Creció en Hyde Park Gate, Kensington, Londres, rodeada de un ambiente muy culto. No asistió a la universidad, pues por esos tiempos Cambridge era un espacio reservado a los hombres, por lo que ella y su hermana Vanessa fueron educadas en casa, así lo señala Literaturas.com.
(Foto: Wikimedia Commons)
La muerte de su madre en 1895, desencadenó su primera depresión grave, y dos años más tarde sufrió la traumática muerte de su hermanastra, Stella, que estaba recién casada. En 1904, cuando Virginia tenía 22 años de edad, murió su padre, y a pesar del trastorno que debió afrontar, en una de sus memorias manifestó que, de cierto modo, había sido un alivio poder librarse de esa figura tiránica y demandante.
Tras este hecho, los hermanos Stephen decidieron mudarse al barrio de Bloomsbury, donde se formó el llamado “Grupo de Bloomsbury”, formado por prestigiosos intelectuales como Leonard Woolf, Lytton Strachey, Saxon Sydney-Turner y Clive Bell, entre otros, quienes se caracterizaban por la libertad de pensamientos y la libertad sexual, según indica Biografías y Vidas.
En aquella época Virginia escribía, hacía crítica literaria y daba clases. Era una escritora que tenía una imaginación desmedida, sin frenos, que se autoanalizaba para observar sus cambios, su dolor y su capacidad para seguir escribiendo.
En 1912 se casó con Leonard Woolf, de quien adoptó el apellido y quien se convirtió en su compañero de vida, a pesar de la enfermedad que ella sufría: trastorno bipolar. Este padecimiento la llevó a estar internada en varias ocasiones y a ser alejada de la ciudad.
Sin embargo, hacia 1920 ella sostuvo una relación amorosa con una mujer: Vita Sackeville-West, escritora y esposa de Harold Nicolson. Este amor apasionado duró un año y al interrumpir el romance siguieron como buenas amigas, aunque éste no sería su único amorío con una mujer.
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Virgina y Leonard Woolf (Foto: Wikimedia Commons)
La obra de Virginia Woolf
Su trabajo novelístico inició en Fin de Viaje (1915), le siguieron Noche y día (1919) y El cuarto de Jacob (1922). Con el paso del tiempo, las personas que estaban cerca de ella descubrieron que la autora tenía que estar siempre ocupada en alguna de sus obras, ya que al mismo tiempo, todas eran causa de su ansiedad y depresión.
De hecho se ha podido comprobar que las fechas en las que tuvo sus crisis más fuertes, coincidían con los momentos en los que estaba terminando de escribir alguna de sus novelas. Pero no por eso dejaba de trabajar, al contrario, usaba sus propias experiencias para convertirlas en literatura, como sucede en el caso de Septimus Warren-Smith, personaje de La señora Dalloway (1925), que sufre neurosis de guerra y termina suicidándose.
Ella abrió caminos en la manera de narrar y de vernos a nosotros mismos. Y así lo podemos comprobar en libros como Al faro (1927), Las olas (1931) y Orlando (1928). Su vida estuvo dedicada a la literatura y experimentó formas que llegarían a englobar la auténtica realidad de la existencia. No debemos olvidar que lo que ella buscaba era desprenderse del mundo real para reflejar una realidad que no se ve, pero que indudablemente está ahí.
(Foto: Wikimedia Commons)
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El trágico suicidio de Virginia Woolf
El 28 de marzo de 1941, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, Virginia Woolf se suicidó. Llevaba puesto un pesado abrigo de pieles, cuyos bolsillos llenó con piedras, y caminó hacia el río Ouse para no salir viva. Tenía 59 años de edad.
Es posible que días antes ya hubiera intentado quitarse la vida, pues después de un paseo matutino, había regresado empapada a su casa. Al llegar no quiso dar explicaciones y sólo mencionó que se había caído, pero se sabía que estaba sumida en una profunda depresión.
Dejó dos cartas suicidas, una para su hermana Vanessa y otra para su esposo Leonard, las dos personas más importantes de su vida. El texto que dejó a su gran amor fue éste:
Querido:
Estoy segura de que me vuelvo loca de nuevo. Creo que no puedo pasar por otra de esas espantosas temporadas. Esta vez no voy a recuperarme. Empiezo a oír voces y no puedo concentrarme. Así que estoy haciendo lo que me parece mejor. Me has dado la mayor felicidad posible. Has sido en todos los aspectos todo lo que se puede ser. No creo que dos personas puedan haber sido más felices hasta que esta terrible enfermedad apareció. No puedo luchar más. Sé que estoy destrozando tu vida, que sin mí podrías trabajar. Y sé que lo harás. Verás que ni siquiera puedo escribir esto adecuadamente. No puedo leer. Lo que quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirte que... Todo el mundo lo sabe. Si alguien pudiera haberme salvado, habrías sido tú. No me queda nada excepto la certeza de tu bondad. No puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo.
No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que lo hemos sido nosotros.
Leonard descubrió sus huellas y las de su bastón cerca del río, pero no había rastro de ella. Su cuerpo fue encontrado tres semanas después, arrastrado por la marea, cerca del puente de Southease. Fue incinerada y sus restos fueron enterrados debajo de uno de los dos árboles de olmo entrelazados en su patio trasero. Él marcó el lugar con una tablilla de piedra donde se leía: “Virginia y Leonard”, grabada con las últimas líneas de su novela Las olas rompían en la playa: “¡Contra ti me lanzaré, entero e invicto, oh Muerte!”
Suicidio de Virginia Woolf, cinta Las Horas (2002)
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