El 26 de abril de 1986 ocurrió el mayor desastre nuclear de la historia. Una explosión en el reactor #4 de la central de Chernobyl durante una prueba de seguridad dejó unas 30 víctimas directas justo después del accidente y miles más durante años posteriores, debido a las secuelas radiactivas de la catástrofe.
Pero esta vez no vamos a hablar del accidente nuclear, sino de los pilotos de los helicópteros, personas que arriesgaron sus vidas para contener el escape radiactivo, quienes murieron en el silencio y olvido. En De10.mx te contamos la historia…
Vasili Manyko era un teniente ucraniano perteneciente al Escuadrón de Bombardeo Táctico con base en Kiev. En la mañana del 27 de abril recibió la alerta de lo que había sucedido en Chernobyl. Para ese momento, decenas de bomberos luchaban para contener las llamas que amenazaban con alcanzar al reactor #3, lo que agravaría la situación.
Los bomberos hacían lo que podían; se exponían a tales niveles de radiación que algunos morían al cabo de unas horas, otros con el paso de los días y unos más, semanas después.
Así lucía el reactor en que se registró la explosión. (Foto: Wikicommons)
Las autoridades habían decidido que la única manera de detener la emisión de sustancias radiactivas era arrojar arena, plomo, boro y arcilla al reactor, a fin de conseguir una mezcla que resistiera por unos días el poder destructivo de la radiación. Intentaron con aviones de transporte de gran capacidad, pero era casi imposible dar en el blanco, así que se optó por helicópteros pesados que podían permanecer un poco más de tiempo sobrevolando sobre el reactor.
El mayor Anatoly Grishchenko formó 24 tripulaciones con pilotos y técnicos en bombardeo, entre los que se encontraba Vasili Manyko. Para llevar a cabo esta peligrosa misión les dieron trajes protectores, aunque en realidad no les proporcionaban una seguridad absoluta.
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Todos los participantes en esta misión sabían de los efectos que la radiación provoca en el cuerpo humano, pues varios médicos se los explicaron antes de que comenzaran los sobrevuelos; sabían de las terribles consecuencias que podrían sufrir según los grados de exposición, sabían que podrían ser letales.
El 30 de abril comenzaron las misiones. Durante 15 días, helicópteros Mi-26 se posaban cada tres minutos sobre el reactor #4 y soltaban el contenido de su bolsa. Así, luego de arrojar más de cuatro mil toneladas de arena y cemento pre-fraguado, lograron que la temperatura del reactor descendiera a 250 grados y contuvieron la emisión de material radiactivo.
Los helicópteros sobrevolaban el reactor para arrojar arena y cemento para contener la radiación. (Foto: ONU)
Vasili y el resto de los voluntarios recibieron hasta 400 rems de radiación a pesar de llevar los trajes protectores. El trabajo estaba terminado, pero después vendrían las consecuencias.
En 1990, Vasili descubrió los primeros síntomas de su enfermedad; fue diagnosticado con cáncer óseo en las extremidades inferiores. Él y sus compañeros fueron dados de baja del Ejército, pues se habían convertido en testigos incómodos de una tragedia que “oficialmente” había dejado sólo 31 muertos y 200 heridos.
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El Gobierno de Ucrania le concedió a Vasili un departamento de 50 metros cuadrados para él y su familia, así como un certificado que lo obligaba a trabajar en una oficina al menos una vez a la semana para no perder la vivienda. Su mujer era quien mantenía a la familia y el padre de Vasili se dedica a conseguir los medicamentos para su hijo.
El caso del mayor Anatoly Grishchenko no fue muy diferente. Sobrevolar por más de 40 veces el reactor nuclear accidentado en Chernobyl le costó la vida cuatro años después. El militar fue diagnosticado con una doble leucemia y se trasladó al hospital de Seattle, en Washington, para someterse a un trasplante de médula ósea.
Cada piloto sobrevoló el reactor un promedio de 40 veces. (Foto: Serie Chernobyl de HBO)
En Estados Unidos, Grishchenko recibió el mejor tratamiento posible y se convirtió en una especie de héroe popular que recibía cientos de cartas para desearle mejoría en su salud. Sin embargo, perdió la vida y en Ucrania la noticia pasó sin pena ni gloria.
Ese fue el triste final de estos dos hombres, y de decenas más, que sacrificaron su vida para evitar un desastre nuclear mayor. Fueron héroes que murieron en el olvido y sin el reconocimiento que merecían.
Con información de ABC y Canal Historia.
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