Cuando la conoció en 1795, Napoléon Bonaparte no era absolutamente nadie, apenas un general en sus 20 años, serio, solitario, sin dinero, un militar en el horizonte. Era muy delgado y raro, y a la gente, según cuentan los relatos, no inspiraba confianza, con un aire de miserable.
Se cree que la pareja se conoció cuando ella había quedado viuda y él era soldado, habrían sido presentados por una de las amantes de Napoléon; el joven, que ya había intentado casarse en dos ocasiones, decidió cortejar a Josefina. La mujer tenía 26 años, era seis más grande que el general de Córcega.
En un principio la relación nació porque Napoleón necesitaba ser de confianza y lo lograría solo si se casaba con ella; el matrimonio le daría la estabilidad de una sólida conexión francesa. Ambos eran isleños, y tenían un pasado familiar en común, pero al parecer no había amor.
De su relación con Napoléon, Josefina escribió en una carta para un amigo en la cual aseguraba que no estaba enamorada de él, pero aun así se casaron el 9 de marzo de 1796, todos le recomendaron a la viuda que no lo hiciera, pues el hombre no tenía dinero ni futuro ni nada que aportar, pero ella no hizo caso. Dos días después del matrimonio, Bonaparte partió para liderar el ejército francés en Italia, gracias a este momento comenzaron escribirse cartas de amor que perduraron cada vez que estaban lejos.
No obstante, Napoleón se enamoró de aquella muchacha criolla llamada Rose Tascher de La Pagerie, hija de colonos de Martinica, su nombre, el que más gustaba a Bonaparte era Josefina, él la adoraba, de manera absoluta, con un espíritu arrebatado. Pero la relación comenzó a forjarse entre las infidelidades y el engaño, luego las reconciliaciones.
Josefina, siempre menos enamorada que Napoléon, continuó una vida frívola y debido a las constantes ausencias de su marido, aprovechaba para tener amantes, él lo sabía y hasta llegó a correrla de la casa debido a su deslealtad. Sin embargo, él la volvió a recibir y aunque ella no volvió a ser infiel, ahora era Bonaparte fue quien se dedicaba a corretear con otras mujeres.
Una de las cosas que más afectó al matrimonio, fue que cuando Napoleón ya era emperador, se relacionó con Pauline Bellisie Foures, esposa de un oficial menor, que llegó a ser conocida como la “Cleopatra de Napoleón”; Josefina, enamorada ya de su marido no podía soportar la situación, pero no quería perderlo así que decidió seguir. Además de la supuesta ineficacia sexual que el mandatario tenía en la cama.
(Imágenes: Wikipedia Commons/ AP)
Ya con una relación muy comprometida, Josefina descubrió a Napoléon en el cuarto de una de las empleadas, lo que se supone fue la causa de la ruptura mayor de la pareja, además de que ella no podía darle un heredero al emperador.
Como emperatriz, Josefina tenía que seguir los rituales de una reina, pero su poca inteligencia la mantenían muy alejada de los deberes de su esposo. Por fin, el divorcio llegó en 1810; al año siguiente, el emperador se casó con la Archiduquesa María Luisa de Austria, quien le dio a su esperado heredero, Napoleón II de Francia.
Tras la separación, Josefina fue a vivir al castillo de Malmaison en donde falleció el 29 de mayo de 1814; Napoleón se enteró de su muerte mientras estaba desterrado en la isla Elba.
A pesar de sus conflictos, infidelidades, divorcio y otro matrimonio, las últimas palabras de Napoléon el día que murió fueron “Dios mío, el ejército Josefina.”
Con información de El Cultural y ABC
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