“La Gaba”, así llaman sus amigos y conocidos a Mercedes Barcha, la mujer que acompañó al escritor a lo largo de su vida, y a quien debemos darle las gracias, pues sin ella, la novela estrella del colombiano, Cien Años de Soledad no habría existido.

Estuvieron casados 56 años, pero su historia de amor estuvo a punto de no concretarse. García Márquez conoció a Mercedes cuando ella tenía 9 años de edad y él 14. En una ocasión, el escritor contó que cuando su mujer tenía 13 años de edad, en una noche de borrachera se armó de valor para pedirle matrimonio, pues supo que ella sería su compañera de vida.

Pero en los años 50 el colombiano tuvo que irse a vivir a París y su relación amorosa se mantuvo por medio de cartas. Sortearon varios problemas, pero finalmente, la pareja se unió en matrimonio en la Iglesia del Perpetuo Socorro de Barranquilla, el 21 de marzo de 1958, cuando ella ya tenía 25 años.

Cien Años de Soledad nació en 1967, pero la inspiración para esta historia surgió 18 meses antes, cuando realizaba un viaje con la familia hacia Acapulco. Para ese entonces ya habían nacido sus dos hijos: Rodrigo y Gonzalo.

Mercedes, la mujer que sostuvo a “Gabo” cuando escribió “Cien Años de Soledad”
Mercedes, la mujer que sostuvo a “Gabo” cuando escribió “Cien Años de Soledad”

La pareja se volvió inseparable. (Foto: AP)

Gabriel García Márquez ya tenía la historia en su cabeza, y le dijo a su esposa Mercedes que sería un trabajo rápido, de unos cuatro meses. El autor renunció a sus empleos de aquella época (editor de las revistas Sucesos y La Familia) para dedicarse de lleno a su nueva novela.

Los cuatro meses que “Gabo” había estimado para este trabajo, se extendieron a 18, en los que el Nobel de Literatura escribía seis horas al día. Fue aquí cuando comenzaron los problemas, pues García Márquez no tenía un empleo remunerado que ayudara con los gastos de la casa, por lo que las carencias económicas no tardaron en hacerse presentes.

Fueron meses difíciles, algunos de los cuales se cubrían con la generosidad de sus amigos, quienes llegaban de visita y, casualmente, les llevaban canastas llenas de alimentos.

Esta situación no podía seguir así, y Mercedes Barcha tomó las riendas. Sin decir nada a su marido, se endeudó con el carniceo, el panadero y los vendedores de verduras de la colonia San Ángel Inn, para poder alimentar a sus hijos.

Mercedes, la mujer que sostuvo a “Gabo” cuando escribió “Cien Años de Soledad”
Mercedes, la mujer que sostuvo a “Gabo” cuando escribió “Cien Años de Soledad”

El Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, y su esposa Mercedes Barcha, al llegar en tren a Aracataca, Colombia. (Foto: AP)

Ella, como pudo, se hizo cargo de los gastos de la casa. Incluso evitó que su casero, Luis Coudurier, quien en ese entonces era oficial mayor de la alcaldía de la Ciudad de México, los echara a la calle. En marzo de 1966, cuando la pareja debía tres meses de renta, Coudurier los llamó, pero “La Gaba” tomó el teléfono y le dijo que en seis meses le pagarían todo. El hombre al otro lado de la línea contestó que esperaría, pues “con su palabra me basta”.

Por si fuera poco, Mercedes se endeudó con sus amigos y personas cercanas, pues no podía permitir que a su marido le faltaran hojas en las cuales escribir. Empeñó todos los electrodomésticos que pudo, asumió el peso y le quitó a su marido la preocupación por el dinero.

Mercedes también se encargaba de pasar a máquina las páginas que ya tenían el visto bueno de Gabriel García Márquez. Fue todo: ama de casa, tesorera y contadora, mientras hacía magia para que ni sus hijos ni su marido padecieran por la falta de ingresos.

Mercedes, la mujer que sostuvo a “Gabo” cuando escribió “Cien Años de Soledad”
Mercedes, la mujer que sostuvo a “Gabo” cuando escribió “Cien Años de Soledad”

Gabriel García Márquez es entrevistado en 1982, tras anunciarse que ganó el Nobel de Literatura. (Foto: AP)

Cuando Cien Años de Soledad estuvo lista fue enviada a la Editorial Sudamericana, y fue en ese momento que Mercedes hizo su primer comentario realista: “Lo único que falta ahora es que la novela sea mala”.

Pero sucedió todo lo contrario… En mes y medio se agotó la primera edición de 8,000 ejemplares, los cuales cambiaron el curso de la literatura iberoamericana. Un año después, su obra ya se había traducido al francés y al alemán. Pero sin Mercedes Barcha, Cien Años de Soledad jamás habría existido.

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