Eran los hombres importantes del 506º Regimiento Paracaidista, perteneciente a la 101ª División Aerotransportada del Ejército norteamericano durante la II Guerra Mundial, la unidad que siempre se encontraba para defender a su país, estuvieron en el Desembarco en Normandía,  se lanzaron en paracaídas tras las líneas enemigas; la cuarta parte ni siquiera llegó viva al suelo; hasta la toma de Bastogne durante la épica Batalla de las Ardenas en el invierno de 1944, donde los alemanes abordo de sus panzer estuvieron a punto de cambiar de nuevo el curso de la guerra que ya tenían perdida desde el Día D. Eran Los Bastardos sin Gloria, no muy diferentes a los de Quetin Tarantino.

Esta es la información que ha recopilado el escritor e historiador Richard Killblane para su libro “Los trece malditos bastardos”, que narra la verdadera historia de los hombres que Tarantino llevó a la pantalla grande.

No eran como el cineasta los dibujó, por lo menos no al cien por ciento. No degollaban nazis ni tatuaban esvásticas sobre la piel de los enemigos, ni arrancaban las cabelleras de los rivales, pero sí existieron y en efecto repudiaban a los sargentos y oficiales de la SS. Estaban encargados de hacer trabajos de limpieza para su batallón y estaban al frente para arar el camino que más tarde invadirían los demás soldados.

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La historia fue contada a Killblane por Jake McNiece, quien formó el grupo de los trece hombres que en realidad no eran llamados Bastardos sin Gloria, en realidad eran llamados los “filthy” es decir los inmundos o cochambrosos, lo que tenía una razón de ser, pues solo acostumbraban bañarse una vez a la semana, casi siempre el sábado cuando dejaban su campo de entrenamiento en Campo Tocca, Georgia.

Decían que habían nacido para matar, pues no gustaban de tomar prisioneros, sino que los asesinaban de manera rápida, certera.

McNiece, quien murió hace más de un año, a los 94 años, fue bautizado en Maysville, pueblecito de la Oklahoma más profunda, como James Elbert Jake McNiece, venía de una familia de aparceros bien acomodados cuyos dineros se vinieron abajo con la Gran Depresión del 29. Tras el ataque japonés a Pearl Harbor el 7 de diciembre del 41, decidió alistarse en el ejército el 1 de septiembre de 1942; no pensaba ser un héroe, solo huía de la Policía. Pronto sus jefes se dieron cuenta de que era un tipo muy especial.

De fuerte complexión, pues era un fantástico jugador de fútbol americano, de carácter complicado e ingobernable, se le encomendó formar una unidad muy especial, que dejaría a los comandos en soldaditos de plomo, una unidad que se hizo legendaria y a la que muchos acudían en busca de emociones fuertes.

Los soldados querían estar en su grupo porque aseguraban que con él, a pesar de los riesgos, había más posibilidades de vivir. Se ganó un puñado de condecoraciones, pero abandonó el ejército y trabajó durante 28 años como cartero.

Tras la entrevista con McNiece, al autor del libro que le quedó claro que a los nazis sí le daba pavor el grupo de los “más duros” como también eran conocidos.

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Si bien es cierto que los hombres no iban por ahí rebanando pescuezos y cortando cabelleras por la espalda, pues “sólo querían matar al enemigo en combate y lograr cumplir la misión asignada”; lo cierto es que existieron y seguro no lucían como actores de Hollywood…

Con información del portal 

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