Este 23 de enero se cumplen 28 años del fallecimiento de Salvador Dalí, uno de los máximos exponentes del surrealismo.
Salvador Felipe Jacinto Dalí i Domènech nació el 11 de mayo de 1904 en Figueras, España. Su hermano mayor llevaba originalmente el nombre de “Salvador”, pero falleció en 1903; un año después nació el genio de la pintura y su padre decidió ponerle el mismo nombre, porque decía que era la reencarnación de su primogénito.
Desde pequeño mostró interés por las artes y, en 1922, cuando tenía 18 años de edad, ingresó a la Academia de Arte de San Fernando, en Madrid, donde conoció a Federico García Lorca y a Luis Buñuel.
El trabajo de este hombre fue muy prolífico, e incluso, incursionó en otros campos como el cine. Por ejemplo, trabajó con Buñuel en el guión de Un perro andaluz (1929).
Salvador Dalí tenía 25 años de edad, y viajó a París para el estreno de dicha cinta y fue ahí, en una fiesta, donde conoció a la que se convertiría en su musa, amiga, amante y esposa… ¡en su alma gemela! Una mujer, 10 años mayor que él, que se convirtió en alguien indispensable en su vida. Su nombre era Elena Ivanovna Diakonova, pero se encontraba casada con el poeta francés Paul Éluard, con quien tenía una hija de nombre Cécile, que estaba al cuidado de su suegra. Además, era amante de Max Ernst.
La declaración de amor
El hombre de los bigotes afilados que apuntaban al cielo sucumbió ante los encantos de Gala y hacía grandes extravagancias para captar su atención. Se teñía de azul las axilas, se colocaba un geranio rojo en la cabeza y se untaba ¡excremento de cabra! pero era incapaz de hablar con ella, pues cada vez que se le acercaba sufría un incontrolable ataque de risa.
Una tarde, durante un paseo por el Cabo de Creus, Dalí se arrodilló ante ella y le confesó su amor. Ella le contestó: “niñito mío, no nos separaremos jamás”. Así fue como Gala se convirtió en la amante y musa del pintor, un hombre tímido, problemático e inseguro que, como él solía decir, su mujer lo salvó de la locura y de una muerte temprana.
La vida juntos
Al principio se pensó que sería un romance pasajero, pero ella se divorció y ambos se casaron en una ceremonia civil en 1934, en el santuario Els Ángels, en Girona. En 1958 se unieron de nuevo, pero ahora por la iglesia católica, luego de obtener un permiso del papa Pío XII.
Nunca tuvieron hijos, ya que luego de su matrimonio, Gala comenzó a presentar molestias y tuvo que ser sometida a una histerectomía, una cirugía en la que se extrae el útero.
Su matrimonio no era nada convencional, porque ninguno de los dos lo era. Él estaba encantado con el espíritu libre y vitalista que avivó el talento y la extravagancia que corrían por sus venas. Pintó a su musa una y otra vez, vestida, desnuda, de espaldas y de mil maneras.
Mi esposa desnuda (1945)
La vida del pintor catalán y la de Gala fueron casi paralelas, excepto por las aventuras sexuales de las que ella gozaba con el conocimiento pleno de Dalí. Ella se convirtió en el universo personal del artista, era su diosa y su demonio; tenía un espíritu indomable y un seco carácter agridulce. En una ocasión, Salvador parafraseó a Nietzsche para definir la importancia de su mujer: “mi superhombre estaba destinado a ser nada menos que una mujer, la supermujer Gala”.
En 1968, Dalí compró el castillo de Púbol para ella. Si él quería entrar, tenía que solicitar un permiso previo y por escrito de su esposa. Aún entre las peleas y los celos, Gala le prohibía a su marido regalar cualquiera de sus obras o firmar algún libro a un amigo.
Finalmente, la muerte los separó
El 10 de junio de 1982, Gala murió y todo cambió. Dalí no pudo soportarlo y se sumió en una profunda depresión. Se encerró en el castillo hasta que en 1984, un incendio, que le provocó graves heridas, le obligó a cambiar su residencia a la Torre de Galatea del Museo de Figueras.
El artista dejó de comer y de beber, quedó reducido a un genio ansioso, envejecido y endemoniado que no resistió la ausencia del amor protector que le daba su musa.
Gala descansa en el castillo de Púbol, donde Dalí diseñó dos tumbas contiguas con dos orificios laterales para que ambos pudieran entrelazar sus manos para la eternidad, pero en sus últimos días, el artista pidió ser enterrado en el Museo Figueras.
Salvador Dalí murió el 23 de enero de 1989 en la Torre Galatea, pero al parecer su devoción hacia Gala no era totalmente correspondida. En 2005 fue hallado en el castillo, un diario de ella, en el que dejó escrito: “Me importa poco si Dalí me ama o no. Personalmente yo no amo a nadie”.
Con información de Salvadordali.org, El Mundo y La Nación