El 1 de enero de 1959, hace exactamente 57 años, Cuba amaneció con la noticia de que su dictador, Fulgencio Batista, había huido del país. Habían pasado ya dos años y 13 días desde que Fidel Castro, con tan solo siete fusiles, reinició la lucha armada en las montañas que conforman la Sierra Maestra.
Ese día, poco antes de la una de la madrugada, y en medio de la fiesta por el Año Nuevo, Batista renunció a la presidencia, sin embargo, sus últimas palabras fueron dirigidas a las fuerzas armadas, a quienes les pidió que obedecieran y apoyaran al nuevo Gobierno y a las jefaturas de los cuerpos armados, al frente de los cuales dejó al general Eulogio Cantillo Porras.
Fulgencio Batista
Batista abandona el país desde el aeropuerto militar de Columbia y entre las 02:50 y las 03:15 de la madrugada, el general Cantillo se dedica a cumplir las órdenes recibidas. Primero contacta al magistrado Carlos Manuel Piedra parta informarle sobre la renuncia del dictador, además le anuncia que el cargo debe ser ocupado por él, ya que fue rechazado por el vicepresidente Rafael Guás Inclán, el presidente del Senado, Anselmo Alliegro y Gastón Godoy, presidente de Cámara de Representantes.
El magistrado aún no tomaba una decisión, cuando Cantillo envió un radiorama en el que informaba que para evitar mayor derramamiento de sangre, Batista se había ido y ahora la presidencia de la República se encontraba en manos de Carlos Manuel Piedra.
Aunque la noticia poco a poco se fue filtrando, fue hasta las 6:15 de la mañana que se comenzó a difundir oficialmente en los medios de comunicación.
La noticia llega a Fidel
Eran alrededor de las 8:30 de la mañana y Castro se encontraba preparando las tropas para avanzar sobre Santiago de Cuba, cuando le informaron que en Radio Progreso se había anunciado la salida de Fulgencio Batista. La noticia no le tomó por sorpresa, ya que un día antes, él había enviado un ultimátum anunciando que se rompían las hostilidades.
Fidel se trasladó a Palma Soriano y se dirigió al sitio donde estaba instalada la planta de Radio Rebelde, cuando entró, sus compañeros le informaron que Eulogio Castillo lo estaba buscando con insistencia, a lo cual no le dio mucha importancia. Tomó el micrófono y pidió a sus tropas no confiarse, ni detener el fuego por ningún motivo.
Ya en las puertas de Santiago de Cuba, el comandante Castro anunció que la zona estaba cercada por sus fuerzas y que si a las 6 de la tarde no habían depuesto las armas, sus tropas avanzarían sobre la ciudad y tomarían por asalto las posiciones enemigas.
Reunión entre los rebeldes y la oficialidad
Posteriormente, el jefe de la plaza de Santiago de Cuba, el coronel José M. Rego Rubido, arribó al Escandel para una entrevista con Fidel, en la cual éste le plantea que desea invitar a todos los oficiales de la plaza para que se reúnan allí con el Ejército Rebelde. Rego Rubido dijo que ese encuentro solo sería posible si un alto representante del mando rebelde se reunía previamente con la oficialidad en Santiago. De inmediato, el comandante Raúl Castro se ofreció para la misión y Fidel aceptó.
El hermano de Fidel entró al cuartel de Moncada, donde fueron asesinados muchos de sus compañeros. Ahí, habló con los oficiales del Ejército, la Marina de Guerra y la policía, a quienes pidió frenar el derramamiento de sangre, al afirmar que ahí no había vencedores ni vencidos, que la única que había ganado era Cuba.
A las 7 de la noche, en la zona de Escandel, se llevó a cabo la reunión con los oficiales de la plaza de Santiago de Cuba con el Comandante en Jefe, y se acordó apoyar la Revolución.
Entrada a Santiago
Ya en la noche de ese primero de enero, miles de personas se dieron cita en el Parque Céspedes. Desde el balcón del Ayuntamiento, Fidel Castro exclamó: "¡Al fin hemos llegado a Santiago! La Revolución empieza ahora…"
Sin embargo, sería hasta el 8 de enero de 1959, cuando Fidel entrara en La Habana, consolidando así el triunfo de la Revolución Cubana.
Con información de La Izquierda, Granma y El Historiador