Ángel Agustín María Carlos Fausto Mariano del Sagrado Corazón Alfonso de Jesús Lara y Aguirre del Prado, mejor conocido como Agustín Lara, nació el 30 de octubre de 1900 en el municipio veracruzano de Tlacotalpan, de acuerdo con la Sociedad de Autores y Compositores de México (SACM).
En 1906 su familia se trasladó a la Ciudad de México, precisamente al barrio de Coyoacán, a la residencia de su tía Refugio donde había una capilla con un armonio, primer instrumento con el que tuvo contacto el pequeño Agustín.
Sus inicios en la música, ya de manera formal, se remontan a la década de los 20, cuando tocaba el piano en bares y cafés. Incluso, amenizaba en vivo algunas películas mudas en el cine. En 1927, una corista llamada Estrella lo atacó con una botella dejándole una cicatriz en la cara.
Pero fue hasta 1929, que el cantante Juan Arvizu dio a conocer sus composiciones, como “Amor de mis amores” o “Aventurera”, con las que se convirtió en uno de los artistas más amados de nuestro país. Sus temas le dieron la vuelta al mundo y en su tiempo fueron interpretados por artistas de la talla de Luciano Pavarotti, Javier Solís, Pedro Vargas y Pedro Infante.
Sus relaciones amorosas fueron vastas. Entre sus musas estaban Esther Rivas Elorriaga, Angelina Bruscheta, Clarita Martínez y Rocío Durán; pero la mujer más notable en su vida fue la gran María Félix, con quien se casó en 1945 y para la que compuso varias canciones como “María Bonita” y “Aquel Amor”.
De acuerdo con la biografía que la escritora Guadalupe Loaeza realizó sobre el maestro, su éxito con las mujeres también se debía en cierta medida a que “calzaba grande”, lo que alude directamente a su virilidad.
Una mala temporada que lo llevó a la tumba
En 1968 comenzó una racha de decadencia que lo llevaría al final de su vida. Sufrió un aparatoso accidente que le ocasionó una fractura en la pelvis, la cual afectó severamente su salud debido a su edad. Ante esta situación, se fue retirando poco a poco del ambiente artístico, hasta permanecer prácticamente aislado en su casa de Polanco.
Pero fue el 6 de noviembre de 1970 que nuestro país y el mundo entero vieron apagarse a ese farolito que alumbraba los corazones y que endulzaba los oídos de todos aquellos que escuchaban sus canciones.
El 3 de noviembre de 1970 entró en coma debido a un derrame cerebral, y tan sólo tres días después murió en el Hospital Inglés de la Ciudad de México.
“El Flaco de Oro” entristeció a miles de mexicanos que lloraron por su partida. Por órdenes presidenciales, sus restos fueron sepultados en la Rotonda de las Personas Ilustres del Panteón Dolores. Ese día, Agustín Lara se convirtió en una leyenda de la música romántica mexicana.
Con información de Sexenio.com, El Siglo de Torreón y Proyecto 40