Del 9 al 18 de febrero de 1913 ocurrió en nuestro país un suceso denominado La Decena Trágica, que no es otra cosa que el golpe militar que fue liderado por Victoriano Huerta para derrocar al entonces presidente Francisco I. Madero. Fue una de las traiciones políticas más impresionantes en la historia de nuestro país.
Cuando Madero tomó la presidencia en 1911 decidió conservar algunas de las políticas de Gobierno de Porfirio Díaz, a fin de mantener “estabilidad política y económica”. Esto le hizo ganarse varios enemigos, quienes consideraban que no tenía empate con las clases marginadas del país.
Entonces inició la sublevación; los generales Manuel Mondragón y Gregorio Ruiz se levantaron en armas en la madrugada del 9 de febrero de 1913, al frente de un grupo de cadetes de la Escuela Militar de Aspirantes de Tlalpan y de la tropa del Cuartel de Tacubaya. En Palacio Nacional capturaron a Madero y al Secretario de Guerra, Ángel García Peña, quienes pudieron librarse de ese primer intento de cautiverio.
Siguieron días de enfrentamientos y a estos se sumaban las solicitudes de renuncia de Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez. Victoriano Huerta fue nombrado como jefe del Ejército Federal y el 17 de febrero, Gustavo Madero (hermano del presidente) descubrió que Huerta había pactado en secreto con los opositores, y lo delató. Obviamente Huerta negó todo y el Presidente le creyó; ése fue su más grande error.
Victoriano Huerta consumó la traición al firmar el “Pacto de la Embajada”, un documento que destituía a Madero, por lo que fue apresado y obligado a firmar su renuncia. El 20 de febrero, Huerta fue designado como Presidente de México.
Asesinato “encubierto”
Presos en Palacio Nacional, Madero y Pino Suárez aún tenían esperanzas de salir bien librados de esta situación. Se decía que serían enviados a Cuba, pero el general Felipe Ángeles, también prisionero, no era tan optimista.
La mañana del 22 de febrero de 1913, Madero recibió la visita de su madre, doña Mercedes, quien le comunicó que su hermano Gustavo había sido asesinado en la Ciudadela. Pasadas las 10 de la noche, de ese mismo día, se presentaron en Palacio Nacional el mayor de rurales, Francisco Cárdenas, acompañado de otro hombre, con la orden de trasladar a los prisioneros a la penitenciaría de Lecumberri. Madero dio un abrazo a Ángeles y le dijo: “adiós mi general, nunca volveré a verlo”.
Madero abordó un auto, escoltado por Cárdenas, mientras que Pino Suárez iba en otro vehículo custodiado por Rafael Pimienta. Abandonaron Palacio Nacional cerca de las 11 de la noche. Los autos avanzaron en dirección a la penitenciaría, pero no se detuvieron en la entrada principal, sino en la parte trasera. Mientras madero bajaba del auto, Cárdenas le puso un revólver en el cuello y lo mató de dos balazos. Pino Suárez fue conducido hasta el muro de la Penitenciaría, donde fue fusilado.
Al día siguiente, los reportes leídos por Victoriano Huerta indicaban que un grupo armado intentó asaltar los autos en los que los ex funcionarios eran trasladados. Dijeron que los policías que escoltaban el viaje respondieron la agresión, por lo que Madero y Pino Suárez había muerto en el fuego cruzado.
Virgilio Villanueva, médico que realizó la autopsia de ambos cadáveres, confirmó que Madero murió de “dos heridas penetrantes en el cráneo”, mientras que Pino Suárez, “ de 13 heridas penetrantes en el cráneo”.
Dos días después, los familiares recogieron los cuerpos de ambos. El de Madero fue colocado en un ataúd forrado de seda y agarraderas de plata y llevado al panteón Francés, mientras que el de Pino Suárez fue reclamado por el diputado Albino Acereto y llevado al panteón Español.
Días después, el departamento británico de investigación forense tiró las versiones del robo o de un posible rescate y aseguró que el crimen fue planeado.
Con información de MX City, Sexenio y WikiMéxico