A medida que pasa el tiempo y envejecemos, vamos experimentando cientos de cambios en nuestro cuerpo. Las arrugas, esas finas líneas en la piel, van apareciendo y haciéndose más profundas cada vez; las canas comienzan a aparecer y a poblar nuestra cabellera, y así, podemos continuar con una lista interminable.

Pero si hay algo que no cambia, es la identidad de una persona, esa se mantiene igual. Así lo demuestra el fotógrafo Jan Langer, en su proyecto llamado  en el capturó los rostros de varias personas de origen checo que ya rebasan los 100 años de edad, y compara esas imágenes con fotos de cuando eran jóvenes.

De acuerdo con , lo que Langer hace es comparar las similitudes y diferencias en la apariencia y fisonomía, y al parecer, la naturaleza de cada una de estas personas permanece intacta.

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