es uno de los personajes clave en la historia de México, particularmente en la lucha de Independencia. Es conocido como el “padre de la Patria” y fue el hombre que dio el “Grito de Dolores” aquella madrugada del 16 de septiembre de 1810.

Hoy sabemos que, gracias a él y otros personajes ilustres, el pueblo de la Nueva España se alzó contra la corona española, pero de lo que poco se habla es de la violencia y sufrimiento que rodearon su muerte. Es por ello por lo que aquí en , a 209 años de su muerte, te contamos la forma en la que el cura Hidalgo fue cruelmente asesinado

Los últimos días de Miguel Hidalgo

Miguel Hidalgo no solo fue fusilado, sino que su muerte estuvo precedida de diversas acciones cuyo objetivo era degradarlo. Así, la muerte del padre de la Patria se convertiría en una especie de advertencia sobre lo que le pasaría a aquellos que se atrevieran a rebelarse contra el virrey.

El 23 de abril de 1811, Miguel Hidalgo fue llevado a Chihuahua en calidad de prisionero. Ahí sería juzgado y castigado por iniciar la lucha por la Independencia de México. Durante dos meses y medio estuvo recluido en la torre del excolegio de la Compañía de Jesús, pues a diferencia de los otros jefes insurgentes, su juicio se prolongó debido a que fue señalado como la cabeza del movimiento independentista y porque al ser sacerdote, también tenía cuentas pendientes con la Santa Inquisición.

Miguel Hidalgo tuvo dos juicios: uno eclesiástico, ante el Tribunal de la Inquisición, y posteriormente, un juicio militar, ante el Tribunal de Chihuahua, que lo condenó a muerte.

Hidalgo y Costilla fue sometido a un interrogatorio en el que siempre se mostró sereno, pues estaba convencido de que la Independencia traería beneficios al pueblo. Aseguraba que había actuado con el derecho que todo ciudadano posee y negó haberse aprovechado de su condición de cura para incitar al pueblo a levantarse en armas. Aunque el interrogatorio constaba de 43 preguntas, se prolongó por tres días.

Para el 18 de mayo, Miguel Hidalgo firmó un documento en el que pedía perdón a la Inquisición y la Iglesia, además de que se retractaba de sus errores cometidos en contra de Dios y del Rey. Para el cura, el arrepentirse de sus pecados le permitiría aspirar a la vida eterna.

La Santa Inquisición contra Miguel Hidalgo

Desde el año de 1800, el tribunal de la Inquisición había comenzado un proceso contra Hidalgo, por los delitos de herejía y apostasía (renuncia a la religión). Este proceso se reanudó en 1810, tras el famoso “Grito de Dolores”. Para febrero de 1811 se presentó una acusación formal de 53 cargos, a lo que Hidalgo respondió con un escrito en el que rechazaba las acusaciones y explicaba los motivos por los que había decidido encabezar la rebelión, pero de nada sirvió.

El tribunal de la Inquisición declaró a Miguel Hidalgo como un “reo de alta traición  y mandante de alevosos homicidios”. Ante este contexto, lo que le esperaba al sacerdote era una muerte segura.

Así fueron los últimos días y muerte de Miguel Hidalgo y Costilla
Así fueron los últimos días y muerte de Miguel Hidalgo y Costilla

Pintura de Miguel Hidalgo.  (Foto: Agencia El Universal/Especial)

Degradación de Miguel Hidalgo

El 29 de julio de 1811, el cura Hidalgo fue despojado de su calidad como sacerdote, es decir, fue degradado. Compareció ante el juez eclesiástico Fernández Valentín. Hidalgo iba escoltado y encadenado. Primero le quitaron los grilletes y luego lo vistieron como a un sacerdote; le hicieron sostener un cáliz con vino y una hostia sin consagrar.

Hidalgo fue arrodillado y al arrebatarle el cáliz y la hostia, el juez pronunció: “Te arrancamos la potestad de sacrificar, consagrar y bendecir que recibiste con la unción de las manos y los dedos”. Tras decir esto, le raspó las palmas de las manos y las yemas de los dedos con un cuchillo. Después lo despojó de la ropa sacerdotal y lo condenó como alguien “indigno de la profesión eclesiástica”.

Algunas versiones señalan que lo último que le quedó fue un escapulario con la imagen de la Virgen de Guadalupe, el cual se habría quitado el mismo y pedido que se enviara a las Teresitas de Querétaro.

La ejecución de Miguel Hidalgo

El 30 de julio de 1811, un día después de su degradación como sacerdote, Miguel Hidalgo y Costilla fue llevado a una capilla en la que realizó su última confesión. De pronto, las campanas de los templos del pueblo comenzaron a sonar e Hidalgo fue escoltado al paredón.

Lo esperaba un pelotón de 12 soldados bajo las órdenes de Pedro Armendáriz. El cura Hidalgo fue colocado sobre un banquillo, cerca de la pared, pero él se negó a colocarse de espaldas, así que se sentó frente al pelotón. Pidió que se le disparara a la mano derecha, la cual colocó sobre su corazón: “La mano derecha que pondré sobre mi pecho será, hijos míos, el blanco seguro a que habéis de dirigíos”, dijo. El pelotón abrió fuego y esas descargas le quitaron la vida a Miguel Hidalgo.

El cadáver de Miguel Hidalgo fue exhibido públicamente durante todo el día y al caer la noche fue decapitado. Su cuerpo fue enterrado en la capilla de San Antonio del templo de San Francisco de Asís, en la misma ciudad de Chihuahua, mientras que su cabeza fue llevada a Guanajuato para colocarla en una jaula de hierro en la alhóndiga de Granaditas, para exhibirla junto a las de Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Jiménez, en donde permaneció por diez años.

En 1821 su cuerpo fue exhumado en Chihuahua y, junto con su cabeza, se le enterró en el Altar de los Reyes, de la catedral Metropolitana de la Ciudad de México. Finalmente, desde 1925 reposa en el Ángel de la Independencia.

Video:

Google News

TEMAS RELACIONADOS