Los rasgos caucásicos de este ídolo del cine mexicano no eran gratuitos. Wolf Ruvinskis Manevics nació el 30 de octubre de 1921 en Riga, Letonia. Su madre era letona y su padre ucraniano. Esta familia emigró a Argentina durante la Segunda Guerra Mundial, huyendo del horror nazi. Al llegar a ese país, su padre murió de tuberculosis debido a las agotadoras condiciones del viaje en barco.
Aunque su madre buscaba la manera de sacarlos adelante, cuando Wolf tenía cinco años fue llevado junto con su hermano Daniel, a un internado, donde permaneció dos años. Ahí fue donde nació su deseo por ganar mucho dinero y salir de la vida miserable en la que se encontraba hundida su familia.
Wolf se definía como un hombre miedoso, pero no cobarde. Señalaba que el primer temor que tuvo en la vida fue a morir de hambre, por lo que ya en la adultez y con una posición económica más desahogada, usó el psicoanálisis por más de 25 años, para enfrentarse a sus más profundos miedos.
(Foto: El Universal)
El deporte como medio de superación
Encontró la salida a su negro futuro en la lucha grecorromana y logró convertirse en una promesa de este deporte. En 1938 fue campeón de su especialidad en Argentina y dos años después inició una gira por Latinoamérica. Al llegar a Colombia, decidió quedarse a vivir allí un tiempo. Fue portero en el Independiente de Santa Fe y en Millonarios de Colombia, además, destacaba en el boxeo, el remo y el rugby, pero se decidió por la lucha libre, porque “era la disciplina en la que se ganaba más dinero”.
En México debutó el 28 de junio de 1946 en la arena Coliseo y le ganó a Bobby Bonales, en el bando de los rudos. El “León Lituano” tenía una fuerza increíble, incluso decían que podía partir un coco colocándolo entre el bíceps y el antebrazo. En el ring se enfrentó a “El Santo”, a quien masacró. Desde entonces, llamó la atención de la industria del cine, por su bien formada anatomía y sus enormes y bellos ojos azules.
Wolf Ruvinskis, el galán del cine mexicano
Debutó en el teatro del Palacio de Bellas Artes, con la obra Un tranvía llamado deseo, de Tenneessee Williams.
En 1952 obtuvo la nacionalidad mexicana y dentro de su carrera en el cine mexicano realizó más de 100 películas, varias de ellas, estaban relacionadas con el tema de la lucha libre.
En esa década trabajó varias veces al lado de Germán Valdés “Tin Tan”, interpretando el papel de delincuente o del “hombre fuerte”. También actuó con estrellas de la talla de Pedro Infante, Mario Moreno “Cantinflas” y María Félix.
Tres de sus cintas más significativas fueron Neutrón: el enmascarado negro (1960), Neutrón contra el doctor Caronte (1963) y Los autómatas de la muerte (1962), en las que tuvo un papel protagónico.
Es cierto que no logró destacar en la misma medida que lo prometían sus capacidades, pero es imposible no recordarlo en aquellas cintas en las que compartía el set con bellas vampiras de rasgos aztecas o marcianos con un acento muy peculiar.
Además de su paso por el cine y el deporte, abrió una cadena de restaurantes y una casa de cambio al sur de la ciudad.
Wolf Ruvinskis murió con el ánimo en la lona
El 9 de noviembre de 1999, Wolf perdió su última batalla a la edad de 78 años, debido a un paro cardíaco. Su agonía fue larga, pues a los 61 años se vio obligado a utilizar un marcapasos y su evidente pérdida de peso lo dejaron casi irreconocible. A finales de 1990 sufrió un infarto y tuvo que ser operado; su fuerte constitución física fue la que lo sacó adelante, pero los problemas de salud no cesaron.
Sus exequias duraron solamente 15 minutos con todo y la ceremonia religiosa, según como se acostumbra en el judaísmo. Su último aposento fue un ataúd de pino sin ningún adorno.
A pesar de la gran fortuna que atesoró durante sus años de celebridad, no le fue bien económicamente en los últimos años de su vida. Solo heredó a su última esposa, Lilia Michel, e hijos, una casa y algunas acciones que estaban, además, en embargo preventivo por problemas fiscales.
(Foto: IMDb)
Con información de El Universal, Cine Mexicano