De la imagen del hombre llamado “Héroe de la Patria” quedaban ya sólo los recuerdos en 1911. Después de mantenerse 30 años en el poder, Porfirio Díaz por fin dejó la silla presidencial de México. El país, hundido en el deterioro político y social, quedó marcado profundamente por aquel día.
Para el primer centenario de la independencia, Díaz ya tenia 80 años y sufría varios problemas de salud, entre ellos una severa infección en las encías, sordera y dolor de rodillas al caminar. Aún así, seguía convencido de haber sido un buen mandatario y contar con el amor del pueblo.
Bajo su mandato se creó la Universidad Nacional e inició la construcción del Hospital General. (Foto: El Universal)
Durante su gobierno se había establecido una paz interna relativa y se alcanzó un superávit en las finanzas, además de llevarse a cabo varias obras públicas importantes. Pero el descontento social y la desigualdad económica ya no se podían negar y para el gobierno era cada vez más difícil evitar levantamientos en su contra.
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En los meses previos a la renuncia de Porfirio Díaz su mayor oponente, Francisco I. Madero, se había refugiado en el exilio, en dónde cada uno de sus movimientos eran vigilados. Mientras tanto, el principal confidente de Díaz, José Yves Limantour, estaba en el extranjero debido a los problemas de salud de su esposa.
A comienzos de 1911, de camino a México, Limantour se reunió en Nueva York con Francisco I. Madero para negociar con los revolucionarios, pero los adversarios del presidente Díaz exigían a toda costa su renuncia, por lo que las conversaciones se estancaron.
Díaz fue quien ordenó poner la primera línea de teléfono en el país en 1878. (Foto: El Universal)
Debido a su estado de salud, Díaz se recluyó en su casa en el centro de la Ciudad de México donde permanecía bajo el cuidado de su esposa Carmen Romero Rubio. El presidente sospechaba de todos, incluso de Limantour, y llegó a ocultar a su consejero la comunicación telegráfica que mantenía con Madero.
El 7 de mayo de 1911, Díaz hace un último intento por aferrarse a su cargo. En un manifiesto asegura la no reelección y afirma que renunciará siempre y cuando el país no sea entregado a la anarquía. Esta promesa no basta para los revolucionarios, quienes toman la Ciudad de México tres días después.
Una indígena al servicio del matrimonio Díaz narró que después de firmar su renuncia, el Presidente se dejó caer en un sillón sollozando y le entregó el documento a su esposa a quien le dijo: “Toma, haz con él lo que quieras”.
El 24 de mayo varios periódicos dieron la noticia de que Porfirio Díaz dejaría el cargo. Multitudes se reunieron afuera de la Cámara de Diputados en espera de confirmar la renuncia. Aquél día, los legisladores no tocaron el tema y llevaron a cabo una sesión completamente ordinaria, lo que desató el enojo de los ciudadanos, quienes llevaron a cabo varias manifestaciones violentas en el centro de la capital.
Así anunciaron algunos periódicos la renuncia del Presidente. (Foto: Twitter/RoyCampos)
El Ejército confrontó a los manifestantes e incluso disparó contra los civiles, provocando varias muertes. Aunque sí hubo detenidos, fueron liberados poco después para intentar controlar el enojo popular.
Oficialmente, su renuncia se aceptó en el Congreso el 25 de mayo de 1911, con lo que quedó a cargo como presidente interino Francisco León de la Barra.
A la renuncia le siguió el exilio y poco después de ceder el cargo Porfirio abandonó México en barco. Nunca más pisaría el país que gobernó, para morir en Francia en 1915.
Porfirio Díaz murió a los 84 años de edad mientras estaba en el exilio. (Foto: El Universal)
Su carta oficial de renuncia, con la que ponía fin a tres décadas de mandato, es la siguiente:
A los CC. Secretarios de la H. Cámara de Diputados.
Presente.
El Pueblo mexicano, ese pueblo que tan generosamente me ha colmado de honores, que me proclamó su caudillo durante la guerra de Intervención, que me secundó patrióticamente en todas las obras emprendidas para impulsar la industria y el comercio de la República, ese pueblo, señores diputados, se ha insurreccionado en bandas milenarias armadas, manifestando que mi presencia en el ejercicio del Supremo Poder Ejecutivo, es causa de su insurrección.
No conozco hecho alguno imputable a mí que motivara ese fenómeno social; pero permitiendo, sin conceder, que pueda ser culpable inconsciente, esa posibilidad hace de mi persona la menos apropósito para raciocinar y decir sobre mi propia culpabilidad.
En tal concepto, respetando, como siempre he respetado la voluntad del pueblo, y de conformidad con el artículo 82 de la Constitución Federal vengo ante la Suprema Representación de la Nación a dimitir sin reserva el encargo de Presidente Constitucional de la República, con que me honró el pueblo nacional; y lo hago con tanta más razón, cuando que para retenerlo sería necesario seguir derramando sangre mexicana, abatiendo el crédito de la Nación, derrochando sus riquezas, segando sus fuentes y exponiendo su política a conflictos internacionales.
Espero, señores diputados, que calmadas las pasiones que acompañan a toda revolución, un estudio más concienzudo y comprobado haga surgir en la conciencia nacional, un juicio correcto que me permita morir, llevando en el fondo de mi alma una justa correspondencia de la estimación que en toda mi vida he consagrado y consagraré a mis compatriotas. Con todo respeto.
México, Mayo 25 de 1911.
Porfirio Díaz
Con información de Revolución Bicentenario, Fundación Slim, Universia y Bibliotecas TV
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