Para muchos, la figura del último zar de Rusia es un símbolo del trágico cambio de dirección de la historia rusa del siglo XX, mientras que para otros, es una historia que se convirtió en leyenda.
Nicolás II nació el 18 de mayo de 1868 en Tsárskoie Sieló, cerca de San Petersburgo. Fue el hijo mayor del zar Alejandro III. En 1894 se casó con Alix de Hesse, princesa alemana que al convertirse a la religión ortodoxa rusa, adoptó el nombre de Alejandra Fiódorovna.
Alejandra Fiódorovna y Nicolás II (Foto: Wikipedia Commons)
Accedió al Trono en 1894 y, en general, siguió la política autocrática de su padre, aunque mostraba pocas aptitudes para las tareas del gobierno. Y ya sea por incapacidad o debilidad, cayó ante la influencia de la zarina Alexandra y de su consejero Rasputín.
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Bajo su reinado, Rusia entró en un proceso de industrialización acelerada y se esforzó por extender su influencia en Asia, al tiempo que rivalizaba con las potencias occidentales en la carrera imperialista.
Sin embargo, Nicolás II cayó en desgracia con la Revolución Rusa de 1917. La crisis en la que estaba sumido el país venía, en gran parte, de las derrotas que los rusos sufrían en el frente durante la Primera Guerra Mundial.
Las fábricas no daban a basto y su infraestructura de comunicación era insuficiente, por lo que los soldados estaban en un conflicto en el que no disponían de las armas ni la comida necesarias. La cifra de muertos aumentaba y la moral de los combatientes se venía abajo. El zar nunca tomó en cuenta las advertencias que le hicieron algunos políticos y poco a poco, comenzó a perder liderazgo.
También estaban las huelgas de los trabajadores de las fábricas de Petrogrado, los disturbios y la tensión que crecía cada vez más. Los enfrentamientos entre manifestantes y policías cobraron varias víctimas, por lo que el zar ordenó una movilización militar para sofocar la rebelión, pero fracasó.
Además, a esto se había sumado la muerte de su asesor, Rasputín, quien había sido asesinado en diciembre de 1916.
Nicolás II (Foto: Wikipedia Commons)
Al verse incapaz de someter a su pueblo o de controlar la situación, Nicolás II abdicó sus derechos reales el 2 de marzo de 1917, con lo que comenzaba el fin de los Románov. Unos días después, el 9 de marzo, la familia imperial fue arrestada y confinada en el Palacio de Tsárskoye Seló mientras una comisión especial del Gobierno Provisional decidía sobra la realización de un juicio contra el ex monarca y su esposa.
Debido a que en las calles se reforzaban las ideas antimonárquicas y previendo un posible asesinato de la familia imperial, ésta tuvo que ser trasladada a Tobolsk, Siberia. Posteriormente, el 30 de abril de 1918, Nicolás y su esposa llegaron a Ekaterimburgo, mientras que sus hijos, Olga, Tatiana, María, Anastasia y Alekséi, se reunieron con ellos el 23 de mayo.
Ahí fueron instalados en la casa de un hombre de negocios, cuyas posesiones habían sido confiscadas. Se trataba de la casa Ipátiev, en alusión al anterior propietario. Pasaban el tiempo encerrados en sus habitaciones.
Flipp Goloshchokin, comisario del Soviet de los Urales, viajó a Moscú y discutió con Leninsobre la ejecución de Nicolás II y su familia. Luego encargaron a Yákov Yurovski la vigilancia de la casa donde estaban retenidos.
Nicolás II y su familia (Foto: Wikipedia Commons)
Ante el temor de la llegada de la Legión Checoslovaca y su posible intención de liberar a los Románov, se solicitó la ejecución de la familia entera. Yurovski lo planeó todo y quiso ser él quien le quitara la vida a Nicolás II. El grupo de revolucionarios bolcheviques que pondría fina la dinastía Románov estaba compuesto por 12 hombres.
En la noche del 17 de julio de 1918, Nicolás y su familia fueron trasladados al sótano de la casa con el pretexto de tomarles una foto. A pesar de lo extraño que esto resultaba, nadie sospechó nada. Al entrar, la zarina se mostró molesta porque no había nada en la habitación, por lo que de inmediato le llevaron dos sillas. En una, Nicolás sentó a su hijo menor y en la otra se sentó Alejandra.
Enseguida entraron sus asesinos y les dispararon a quemarropa. La matanza duró tan sólo unos minutos, pues las hijas del zar llevaban doble corsé para esconder joyas entre sus ropas, por lo que las balas no las mataron, sin embargo, fueron rematadas con bayonetas. Un médico, dos sirvientes y un cocinero de la familia, sufrieron el mismo destino.
Durante más de 60 años, el paradero de los Románov fue todo un misterio, pero en 1979, los historiadores Aleksandr Avdonin y Geli Riábov hallaron la tumba de la familia imperial en el bosque de Koptiakí, pero por temor a represalias, callaron su descubrimiento.
Fue en abril de 1989 cuando los periódicos informaron del hallazgo, pero hasta 1991 se exhumaron los cuerpos. Dentro de la fosa estaban 9 cadáveres que correspondían a Nicolás, Alejandra, sus hijas Tatiana, María, Olga y sus sirvientes.
Los miembros de la familia Romanov, están enterrados en la catedral de San Petesburgo y fueron canonizados por la Iglesia Ortodoxa rusa en el año 2000. Sin embargo, fue hasta 2007 cuando finalmente se localizó la tumba en la que yacían los otros dos integrantes de la familia: Alekséi y Anastasia.
Alexandra y Zar Nicolás II (Foto: El Universal)
Con información de Red Historia y BBC