Surrealista, mística y soñadora, así es como podemos describir a Leonora Carrington, quien es conocida por marcar la historia del arte en México, porque, nos guste o no, el arte nacional no debe reducirse únicamente a Frida Kahlo…
Leonora estaba profundamente enamorada de México y trataba de volcar ese sentimiento en sus obras. De hecho, su nieto, Daniel Weisz, afirmaba que “la cosmovisión de las culturas indígenas fueron de sus más grandes influencias”, y tal vez sea por eso que los mexicanos aprecian lo grandioso de su obra.
Aunque nos hubiera gustado, Leonora Carrington no era mexicana, sino inglesa. Nació el 6 de abril de 1917, en Lancashire, Inglaterra. Su padre era un magnate de la industria textil y su madre era irlandesa. En su infancia, su nana irlandesa le narraba cuentos de hadas, leyendas e historias de criaturas del folclor de los pueblos celtas, lo que de cierta manera, fue su primera fuente de inspiración.
Leonora Carrington. (Foto: Fundación Leonora Carrington/leocarrington.com)
Desde pequeña mostró interés por la pintura, por lo que sus padres la enviaron a estudiar arte a Florencia, donde se maravilló con el arte medieval, las esculturas barrocas y, sobre todo, con la pintura del Renacimiento italiano.
Un amor de manicomio
En 1937, Leonora conoció en una fiesta a Max Ernst, un artista fundamental del dadaísmo y el surrealismo. Se enamoraron y Max dejó a su esposa para establecerse junto a su nuevo amor al sur de Francia. Ella tenía 20 años y él, 47.
Se mudaron a Saint-Martin, donde ella compró su casa en pagos y ambos comenzaron a trabajar en sus obras. Ella vivía para amarlo y él la apodó “La novia del viento”.
Pero en 1913, Francia firmó un armisticio con la Alemania nazi y se instauró el régimen de Vichy, por lo que muchos artistas, entre ellos Ernst, fueron perseguidos y encerrados en el campo de concentración de Les Milles. Leonora regresó con su familia, pero su padre notó que su hija no estaba bien. La separación de Max y lo que vio de la guerra le provocaron un desequilibrio emocional.
Su padre decidió internarla en el Hospital Psiquiátrico de Santander, en donde recibía “terapia” con choques eléctricos. Ésto y las condiciones insalubres en las que vivía la hicieron escapar. Sus padres amenazaban con internarla nuevamente, por lo que decidió huir a Portugal.
Leonora Carrington y Max Ernst. (Foto: Fundación Leonora Carrington/leocarrington.com)
El fugaz matrimonio con un mexicano
En la Embajada de Lisboa conoció al poeta y diplomático mexicano Renato Leduc. Ella necesitaba salir de Europa, ya que era considerada una perseguida política, y la única alternativa que encontró fue la de casarse con Leduc, pues así podría tener la nacionalidad mexicana.
Lo hicieron. Llegaron a Nueva York en 1942 y compraron un auto para trasladarse hacia México. Se instalaron en un hotel barato mientras él encontraba trabajo, en tanto, ella se iba enamorando de México. Vivieron juntos, en el entonces Distrito Federal, hasta 1943.
Leonora Carrington y Renato Leduc. (Fotos: El Universal/Fundación Leonora Carrington/Wikimedia Commons)
Los intelectuales que les rodeaban aseguraban que su unión era solo por amistad y porque Renato solamente quería ayudar a Leonora, pero en una entrevista que Elena Poniatowska le realizo a la también escultora, ella declaró que Leduc había sido “el amor de su vida”.
Ya sea por amor, amistad o conveniencia, permanecieron juntos casi dos años, tiempo que le bastó a Leonora Carrington para sentir a México como su verdadero hogar. Hay que ser honestos, sin la presencia de esta mujer, quien logró plasmar lo mexicano en sus obras con su estilo particular, la vida cultural de México no sería la misma.
Leonora Carrington en su casa de la colonia Roma. (Foto: El Universal)
Con información de El Universal, Confabulario, El País y MxCity