Nacido el 28 de junio de 1491, fue, probablemente, uno de los reyes más conocidos de Inglaterra, pero también el más polémico, aunque no precisamente por su trabajo como gobernante.
Enrique VIII nació en el palacio de Placentia en Greenwich; fue el tercer hijo de Enrique VII e Isabel de York. Durante su juventud fue un apostador y jugador de dados, fue músico, escritor y poeta; además gustaba de involucrarse en la reconstrucción de edificios importantes.
Para 1501, el heredero de la corona, su hermano Arturo, se casó con Catalina de Aragón, hija menos de los Reyes Católicos. Con solo 15 y 16 años, los recién casados se mudaron a Gales, pero a solo 20 semanas de la boda, Arturo murió de una infección, así Enrique se hizo príncipe de Gales y heredero al trono.
Enrique VII ofreció a Catalina casarse con Enrique, pero se necesitaba una dispensa papal, aunque Catalina aseguraba que el matrimonio con Arturo no se había consumado.
Enrique VIII ascendió al trono en 1509 tras la muerte de su padre, y se casó con Catalina unos meses después.
Tras su boda con Enrique, Catalina tuvo seis embarazos, pero el único varón con vida solo se mantuvo por 52 días.
Enrique VIII comenzó a considerar que los maleficios de su vida estaban basados en la Biblia: “No debes descubrir la desnudez de la mujer de tu hermano", sentencia el Levítico. Pensaba que el matrimonio con su cuñada, no había sido válido, sino pecaminoso y prohibido. Catalina parecía estar maldita y había que deshacerse de ella.
Para ese entonces, Enrique estaba involucrado con una noble inglesa de nombre Ana Bolena, y buscaba deshacerse de Catalina así que ideó un plan para lograrlo.
Ana Bolena era una mujer muy ambiciosa, y quería ser a reina, sabía que despertaba pasiones y no se conformaría con el lugar de la amante.
Enrique VIII decidió mostrarse en un principio como un ferviente católico, pero cuando el papa Clemente VIII le negó la anulación de su matrimonio para casarse con Ana, se provocó un cisma en la iglesia católica.
Enrique aprovechó la pelea para hacer notar la riqueza de la iglesia y con esto, reconocerse a sí mismo como el jefe de la Iglesia de Inglaterra.
En 1533 hizo que Thomas Cranmer (a quien había nombrado arzobispo de Canterbury) anulara su primer matrimonio y coronara reina a su amante, Ana Bolena.
Para ese mismo año, Bolena estaba embarazada y Enrique estaba loco de júbilo, a los tres meses dio a luz a Isabel, pero el hombre estaba decepcionado porque no era lo que quería, no era un varón.
Ana Bolena volvió a parir, pero ahora un varón muerto. Su suerte cambió cuando Enrique le quitó su poder y la acusó de adulterio, por lo que fue anulado su matrimonio y ella decapitada en la guillotina. Unos meses antes, Catalina de Aragón había muerto abandonada y sola.
El rey tenía una nueva favorita, se llamaba Juana Seymour y era una joven descendiente de Eduardo III, era una mujer dócil y frágil. Culta e inteligente. Se comprometió con ella tras la ejecución de Bolena y le dio a su primer hijo varón Eduardo VI. Juana falleció dos semanas después del parto.
Dos años después, el monarca de casó con Ana de Cléves, era una mujer fea, pero Enrique ya se había comprometido a la boda. Apenas seis meses después, la reina fue mudada al palacio de Richmond, donde vivió sola hasta su muerte.
Tras su nuevo divorcio, el rey de casó con Catalina Howard, quien también le habría sido infiel y fue ejecutada en 1542 por el mismo verdugo que Ana Bolena.
Ya durante su vejez, se casó con Catalina Parr, una dama de considerable fortuna que se dedicó a proporcionar los mejores años de paz en la vida del viejo Enrique
Durante sus últimos años, Enrique engordó hasta que su cintura aumentó a los 137 centímetros, se cree que también tenía sífilis; falleció el 28 de enero de 1547 y fue sepultado al lado de Jane Seymour.
Con información de Biografías y Vidas, Muy Historia y El País