Por: Psic. Erika Lepiavka

Un pedestal es una estructura utilizada para sostener y elevar a un objeto al cual se le da un valor mayor que al resto. Por lo general, sobre un pedestal se colocan estatuas que representan seres admirados, en ocasiones venerados. Al idealizar a una persona solemos hacer algo similar: creamos una reproducción en nuestra mente de dicha persona en la cual aparece más grande y alta de lo que es en realidad.

Cuando alguien idealiza a una persona, magnifica sus cualidades positivas. Al hacer esto, se empiezan a perder de vista las partes negativas y en algunos casos estas características negativas llegan a “desaparecer” por completo: la persona es perfecta.

Esta manera de percibir a alguien más es muy común en las relaciones de pareja. Cuando comenzamos una relación sentimental podemos sentirnos felices y creer que quien hemos encontrado es el bueno, que es maravilloso, omitiendo a veces sus partes menos atractivas. Esto es normal, pues se trata de la fase del enamoramiento, en la cual todo toma un color más agradable. Sin embargo, el enamoramiento suele tener un destino, el amor. Para amar a alguien, es necesario aceptar tanto sus partes buenas como sus partes malas.

Es muy importante tomar en cuenta que cierto grado de idealización es normal y sano. El verdadero problema es cuando la idealización nos lleva a ver a la gente de manera distorsionada y nos espera la cara fea de la moneda: la devaluación. La devaluación es inevitable ya que todo lo que sube, debe bajar; en algún momento nuestro ser idealizado tendrá un error. Dado que pusimos a esta persona en un pedestal tan alto y débil, ésta caerá fácilmente. Entre más alto esté, mas fuerte será el impacto al tocar el suelo.

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Ésta es una de las razones por las cuales algunas personas tienden a estar en una relación mientras todo es “perfecto”, y salen huyendo cuando la persona se vuelve real, por lo que pasan de una relación a otra sin aceptar al otro como un todo.

Otra de las razones por las cuales puede doler tanto cuando nuestra pareja nos traiciona, o hace algo de lo que le creíamos incapaz, pues al caer quien idealizamos, de cierta manera caemos nosotros también.

A todo esto, ¿por qué idealizamos?

Los primeros seres que llevamos a proporciones gigantes son los padres, cuando somos niños. Esto corresponde a una necesidad inherente en los humanos: la de creer que hay alguien más grande y poderoso, que nos defiende de las angustias que despierta la interacción con el mundo. Un niño necesita creer que esta súper-persona tiene toda clase de poderes, porque entre muchas cosas, será la base de su autoestima.

Con los años, la mayoría de los niños notará que sus padres no son perfectos y que cometen errores. Este descubrimiento es una de las partes de dejar de ser niño y comenzar a ser adolescente. Uno de los mayores duelos y retos de la pubertad es el de los padres idealizados. Aquí comienza la rebeldía y el rechazo hacia los padres, que suele estar acompañado de devaluaciones constantes.

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Éste es el modelo para las relaciones futuras. En general, se espera que un adulto sea capaz de ver al ser amado en su totalidad, aceptando que nadie es perfecto. En realidad, no existe una receta o ecuación que permita decir por qué idealizamos. Todos. No hay una sola combinación de elementos, las respuestas son tantas como la cantidad de personalidades. Hay quienes sienten alivio al tener a otro en un concepto tan grande, que se vuelve lejano e inalcanzable, lo cual puede calmar muchos temores con respecto a la cercanía. Hay quienes no soportan ver a una persona como buena y mala al mismo tiempo, y necesitan verla por partes. Otros precisan que su pareja sea “perfecta”, pues esto es el reflejo de su misma “perfección”. Otros más idealizan porque son adolescentes, y hay a quienes les cuesta trabajo dejar de actuar como adolescentes. Hay quienes idealizan porque la realidad es muy dura, y es necesario aferrarse a algo grandioso.

Para evitar caer en una idealización patológica es importante recordar que la perfección es algo que existe en las películas y cuentos, pero no en la realidad. Una de nuestras mayores herramientas es el autoconocimiento, por medio del cual podemos aceptar las partes buenas y malas en nosotros mismos, para así aceptar con mayor facilidad las de los otros. Puedes intentar hablar con gente cuya opinión valoras, y preguntarle si ven a tu pareja de una manera parecida a como tú la ves.

Si crees que idealizas de una manera que no te permite vivir de manera plena, que te complica la existencia y que finalmente te hace daño, puede ser un buen momento para empezar una terapia y evitar repetir este patrón.

Recuerda que entre más alto es el pedestal, mayor será la caída.

Psic. Erika Lepiavka

Clínica de Asistencia de la Sociedad Psicoanalítica de México (SPM).

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