Por: Psic. Grecia Rivera
La paternidad es uno de los ejes más importantes de la identidad masculina. Ser padre es una práctica respetada en la vida de un varón, en donde los aspectos de su vida son re interpretados con base en su propia experiencia; en la relación que él tuvo con su padre. El hombre-padre deja de ser el niño, el hijo, se aparta de amigos, fortalece su relación de pareja, adquiere nuevos roles, nuevas responsabilidades y su estructura psíquica y emocional experimenta nuevos cambios; establece una familia donde él es el que responde por ella.
Actualmente nos encontramos en un periodo de transición en donde la figura paterna, en algunos casos, está más involucrado en la crianza, la educación y en convivencia emocional con sus hijos, ya que tanto la madre como el padre siguen con sus proyectos personales, pero también tratan de darse tiempo de calidad con sus hijos. Sin embargo, debido a esto, el padre se involucra no nada más como proveedor sino también en una convivencia con sus hijos.
Dentro de su rol realiza tareas que antes estaban destinadas a la madre, por ejemplo el baño del bebé, el cambio de pañal, la alimentación, las tareas; diferentes actividades que le permiten ir teniendo un mejor vínculo con sus hijos e ir fortaleciendo la relación. Más adelante el niño o la niña pueden identificarse con aspectos del padre y también de la madre, pero además pueden acudir a cualquiera de los padres para resolver un problema, ya que en los dos sembraron confianza de manera equilibrada.
El papá es la primera figura masculina con la que convive el recién nacido. Desde la teoría psicoanalitíca, la figura del padre es el que permite establecer una nueva relación del hijo con la madre en donde no sólo existen ellos dos, sino que entra un tercero a la relación, el cual es el padre y es el que permite que el hijo o hija pueda establecer nuevos vínculos y adquiera nuevos modelos de identificación. Un niño con más de una figura de apego, con más de una persona que lo cuida y le hace sentir querido, es un niño que crece con una base más sólida para enfrentar la vida, adquiere más herramientas, ya que la base emocional queda mejor establecida.
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Los padres son los que aportan más en el desarrollo motor del niño, por el tipo de juegos que tienden a hacer con ellos; les ayudan a salir al mundo y experimentan con ellos nuevos desafíos y los diferentes cambios en su desarrollo. Además, son los encargados en ayudar y acompañar al pequeño y a su madre en el proceso de “destete”, y poder ser un modelo de identificación masculina para los niños, y un modelo de diferenciación para las niñas.
En la primera etapa del nacimiento de un hijo, cuando una mujer se siente querida, cuidada y acompañada, puede estar en mejor disposición para la lactancia y el cuidado del hijo en donde algunas veces las tareas resultan agotadoras; sin embargo, el padre es el que equilibra esta situación, es el que desde afuera puede aportar otra perspectiva diferente a la madre y le da soporte a los cambios emocionales por los que pasan.
No obstante, no siempre el padre y la madre viven bajo el mismo techo. Esto hace más desafiante para ellos la tarea de ser padres presentes, pero no la hace imposible. Ambos padres tienen obligaciones comunes en lo que respecta al cuidado y la crianza de los hijos. En este sentido, los hijos tienen derecho a tener a ambos padres presentes, para que de esta manera puedan llevar a cabo el proceso de identificaciones y su estructura emocional pueda estar mejor consolidada.
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Es importante que el padre tenga la disposición de convivir de manera más cercana con sus hijos, nadie nos enseña a ser padres; sin embargo, las emociones, los sentimientos y la relación del día a día nos hacen ir experimentando nuevas maneras de relación, conocer lo que les gusta a nuestros hijos y empezar a tener la capacidad de identificar sus necesidades, para que cada familia vaya encontrando su manera única de funcionar.
Queridos papás: Tomen en cuenta que una familia bien conformada, donde papá y mamá comparten e interactúan en la crianza de sus hijos, en un clima de comprensión y afecto en donde lo importante sea estimular la autoestima, confianza y valores en nuestros hijos, nos dará como recompensa una personalidad más sana con estructuras más sólidas que favorecerán el desarrollo de nuestros hijos.
Lo más importante es que se tengan las ganas y la disposición de convivir con sus hijos, tratar de no repetir patrones no tan favorables y ofrecer la mejor parte de nosotros a nuestros hijos. Ellos nos irán guiando en el camino; hay que conectarnos emocionalmente con ellos y brindarles un entorno lleno de amor y de esta manera les daremos muchas bases que los harán niños con mejor autoestima y con mejores herramientas para hacer frente a la vida.
Feliz Día a todos los grandes Padres.
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Por: Psic. Grecia Rivera
Clínica de Asistencia de la Sociedad Psicoanalítica de México (SPM).