Por: Valeria Schapira, Experta en relaciones para Match.com
Cuando dos se enamoran, suponen que conciliarán todas sus diferencias en nombre de esa pasión arrolladora que hace que vean la vida de otro color. Suele ocurrir que muchos de esos desacuerdos se liman en la construcción y que los dos logran acompañarse en el recorrido de forma armónica. Hasta que surge el deseo –o se intensifica el preexistente- de ser padres. Cuando una pareja se afianza, es habitual que el tema aparezca, al menos como un boceto y que cada cual exprese su deseo –o no– de traer niños al mundo, adoptarlos o ser padres de alguna de las múltiples maneras en que se puede serlo. Es habitual –sobre todo en las mujeres- que acepten una negativa del hombre pensando que a medida que transcurra el tiempo podrán convencerlo. El problema es cuando las posturas se vuelven irreconciliables.
Existen múltiples razones por las que millares de hombres y mujeres en el mundo eligen ser “child free”: razones que van desde lo profesional a no querer traer niños al mundo por el declive de ciertos valores. La mirada social también cambia lentamente y ya no se ve a la mujer como una persona “no realizada” por el hecho de no ser madre.
La gran pregunta es: ¿puede seguir por buen camino una pareja que no acuerda en este tema?
Estos son algunos de los escenarios posibles:
1. “Por el momento no”: es habitual que las parejas posterguen tener hijos, sobre todo si se casan o deciden convivir cuando son muy jóvenes. Se trata de un proyecto a futuro por lo que no vale la pena entrar en detalles ahora. El tema es cuando el futuro llega y las posturas son disímiles. Cuando es el hombre el que no quiere, muchas mujeres se sienten rechazadas. Cuando la mujer no quiere, muchos varones se cuestionan porqué ella carece del llamado instinto maternal. Muchos expertos coinciden en que el mismo es más una construcción cultural que puro instinto. Uno de los dos intentando convencer al otro de algo que no desea puede significar el fin de la pareja.
2. El diálogo postergado: se trata de evadir el tema para no discutir. No es una buena idea escapar al diálogo porque en algún momento habrá que abordarlo. Tener hijos en este contexto no es buena idea. Si uno de los dos decide renunciar a su deseo porque estar con la otra persona es más importante que la maternidad o la paternidad, ha de hacerlo desde la convicciónsin alimentar rencores ni resentimientos.
3. “Hay hijos de otras relaciones”: es habitual que cuando él o ella han tenido descendencia en relaciones previas, no estén tan interesados en volver a procrear o por lo menos decidan esperar un tiempo. Hay quienes acceden a tener uno o más hijos por entrega al otro. Una vez más, se impone un diálogo profundo para que luego no surjan rencores ni recriminaciones.
4. “Los temores reinan”: muchas personas no quieren ser padres por temores tan únicos como cada uno de esos seres: que el niño tenga problemas de salud, no poder abastecerlo económicamente, ver coartada la libertad individual y de la pareja, etc. Puede que en estos casos haya que trabajar un poco para encontrar la punta del ovillo: si el deseo está tapado por el miedo, por ejemplo, o si de verdad no se quiere concebir o adoptar. Pedir ayuda profesional puede quitar a la pareja un enorme peso.
5. ¿Y los mandatos? A las mujeres durante siglos se las señaló con el dedo si no eran madres. Inclusive, muchos las veían como seres incompletos si no tenían descendencia. Cada vez son más las mujeres –y varones, aunque sobre ellos no existe tanta presión social– que no sienten a la maternidad como un deseo. Que priorizan otros aspectos de su vida. El mandato va camino a la disolución.