Es una historia que hemos escuchado desde tiempos antiguos, comer la placenta tras el parto es una de las prácticas que en los últimos años se ha vuelto muy famosas, pues algunas personalidades de la farándula la han realizado, por ejemplo Kourtney Kardashian, quien aseguró que la ingirió en cápsulas procesadas por los nutrientes que tiene.

Hay opiniones encontradas, por ejemplo, un estudio de la Universidad de Northwestern, en Evanston, Illinois, publicó una investigación que señala que no hay ningún beneficio en comer la placenta, cruda, cocinada o encapsulada.

Sin embargo, también está el testimonio de muchas mujeres que creen que comer la placenta puede reducir el dolor tras el alumbramiento, la depresión post parto, aumenta la energía, ayuda con la lactancia, promueve la elasticidad de la piel y muchos más beneficios, pero ninguno ha sido comprobado.

“Nuestra sensación es que las mujeres que eligen la placentofagia, que deberían ser muy cuidadosas con lo que meten en sus cuerpos durante el embarazo y la lactancia, están dispuestas a ingerir algo sin evidencia de sus beneficios y, lo más importante, de sus riesgos potenciales para ellas mismos y sus lactantes", señala la psicóloga Cynthia Coyle, autora del trabajo y miembro de la Facultad Feinberg de Medicina de Northwestern.

Crystal Clark, profesora asistente de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento en la Universidad de Northwestern, se interesó en la placentofagia después de algunas de sus pacientes embarazadas le preguntaran si comer sus placentas podría interferir con sus medicamentos antidepresivos. Esta doctora no estaba familiarizada con la práctica y comenzó a preguntar a otras de sus pacientes al respecto. "Me sorprendió que era más generalizado de lo que esperaba", según lo menciona

Una de las evidencias más fuertes de que comer la placenta es beneficioso proviene de una serie de experimentos que se encontró en ratas de laboratorio que se alimentan de ésta justo después de dar a luz, parecían tener menos dolor, pero los análisis en ratones no son traducibles en seres humanos según dicen las autoras del trabajo.

Aunque casi todos los mamíferos placentarios no humanos ingieren su placenta después del parto, los primeros relatos documentados de mujeres que después del alumbramiento practicaron la placentofagia son de América del Norte en la década de 1970, según el estudio, así lo señala .

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