Por: Psic. Jaime Cuitláhuac López Arellanes

La agresión es la conducta(s) y/o pensamiento(s) dirigidos hacia de objetos externos o personas con la intención de causar algún daño. Es normal y esperado, en el desarrollo de todo ser humano.

Generalmente se habla de los aspectos negativos de esta conducta, sin embargo, es importante para el desarrollo de las personas. Bien encaminado ayuda en el proceso de maduración del niño, desarrollando sus potenciales creativos, la capacidad de asumir la responsabilidad por sus actos y un espíritu de competencia.

Agresividad y desarrollo

Durante los primero meses de vida, el bebé manifiesta una serie de conductas que el observador externo podría catalogar como agresivas. El patear, manotear, morder el pezón de la madre con las encías mientras se le da de comer; éstas son conductas a través de las cuales el bebé manifiesta su instinto de vida. Su intención no es agredir, son conductas espontáneas y naturales.

Será sólo cuando el pequeño pueda dar cuenta de la existencia de otro cuando se podría hablar de agresión propiamente dicha. En este momento el niño expresa su malestar ante sus vivencias de frustración mediante la agresión dirigida hacia objetos y personas, cuando estos objetos no están para él, cuando tardan en dárselos o cuando no se los dan.

La modulación de esta sensación será impuesta por los padres, quienes establecerán límites al pequeño.

Con la instauración de los límites surgirá el proceso de culpa y reparación de las faltas cometidas. Cuando el pequeño lanza un ataque agresivo, sea fantaseado o real, sobre el objeto o la persona, se dará cuenta que por ese mismo objeto tiene sentimientos de amor. Esto hará que surja en el niño el sentimiento de culpa, por haber causado un daño (nacimiento de la empatía, sentir como siente el otro) y la búsqueda posterior de la reparación del mal causado.

En este sentido, podemos encontrar una línea que va del destruir, al construir. Por eso, la agresividad influirá en el desarrollo de la creatividad (búsqueda de soluciones) y la competencia (para alcanzar una meta).

Serán los padres los que ayudarán en la regulación de la agresión del pequeño. El reto será encontrar la medida justa, ya que una estricta limitación de la agresividad puede generar inhibición, y unos límites débiles pueden generar descontrol.

Agresión y violencia

Cuando la agresión no sigue el camino del sentimiento de culpa y la búsqueda de reparación, sino continuar con la agresión sobre los objetos y las personas con el único fin de destruirlos, entonces podemos hablar de violencia.

Es probable que los niños manifiesten conductas violentas cuando hayan sentido que la respuesta a su agresión fue una agresión mayor.

También es común que la conducta agresiva de los pequeños sea la manifestación de depresión, así que los padres deben estar atentos.

Recomendaciones para los padres

Mantener la observación y la comunicación constante con sus hijos. El cuidado de los niños requiere supervisión, lo cual no implica estar sobre ellos, pero sí prestarles atención a lo que dicen, a lo que hacen, a lo que piensan; en ese sentido, mantener los canales de comunicación siempre será una herramienta útil.

Establecer límites firmes y constantes. Los pequeños requieren de límites para poder adecuarse al entono social; si dependiera de ellos, seguirían sus impulsos. Es responsabilidad de los padres establecer límites con firmeza y constancia, ambos padres deben estar de acuerdo en ese sentido.

No responder con agresión a las manifestaciones agresivas del pequeño. Sean pacientes, comprender lo que le pasa a sus hijos es importante antes de reaccionar. A veces nos gana el impulso del momento, pero es importante la explicación y el diálogo, a la censura y el cinturón.

Acudir con el psicólogo cuando note actitudes de violencia en el niño. Resolver dudas con el especialista es importante; no dude en acudir con el psicólogo si tiene alguna inquietud sobre aquellas situaciones que considere poco habituales en su hijo.

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Por: Psic. Jaime Cuitláhuac López Arellanes

Clínica de Asistencia de la Sociedad Psicoanalítica de México (SPM).

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