Psic. Alejandro Silva

Hablar sobre la forma en que los hombres viven el amor lleva, inevitablemente, a hacer algunas definiciones y generalizaciones algo arbitrarias acerca de lo que son los varones y de lo que es el amor. Sin embargo, también es cierto que desde hace décadas se ha cuestionado, desde muy distintos puntos de vista, si los hombres y las mujeres perciben de igual manera los sucesos que viven, siendo uno de los más importantes el amor.

Desde un punto de vista biológico, los hombres y las mujeres nos desarrollamos de un modo distinto. Por ejemplo, el papel de las hormonas es importante desde el proceso de gestación de un bebé, y no sólo porque determinan su sexo, sino también porque influyen en el desarrollo de ciertas áreas del cerebro, así como en la conexión entre estas áreas, lo cual tiene un efecto en la forma en que percibimos y, por lo tanto, en que tomamos decisiones.

También hay estudios que revelan algunos efectos de las hormonas en el comportamiento social de los adultos. La testosterona se dice que afecta la interacción o cooperación entre personas, pues las vuelve más competitivas y están menos dispuestas a escuchar las propuestas de los demás. Por otra parte la oxitocina, que está presente en mayores concentraciones en las mujeres, tiene un efecto muy importante en el apego; por ejemplo, sus niveles máximos de producción son durante la lactancia, favoreciendo el apego de la madre con su bebé.

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Podemos comenzar a ver algunas diferencias en la conducta de hombres y mujeres que parten desde una base biológica; sin embargo, no es suficiente para explicar todas las diferencias que hay en torno a cómo se vive el amor, pues los humanos somos también seres sociales y psicológicos.

En el terreno de lo social, entran en acción las expectativas, valores, ideales y condiciones que cada cultura aporta para favorecer o inhibir ciertas conductas entre las personas. A estos roles culturales, sobre lo que se espera de cada uno de los sexos, se les conoce como roles de género. Por ejemplo, que los hombres sean trabajadores, competitivos y atrevidos, mientras las mujeres delicadas, cariñosas y fieles, son algunos de los ideales de género que hay en la cultura occidental.

Estos roles de género son aprendidos consciente e inconscientemente y marcan conductas a seguir para las personas, pero también limitan algunas otras. Que los hombres no lloren, ni se muestren vulnerables limita algunas formas de expresar el amor romántico para ellos, pero esto no quiere decir que no se enamoren o tengan sentimientos, sino que tienen otras formas de expresarlo.

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Uno de los principales conflictos entre hombres y mujeres que son pareja, tiene que ver con la forma en que cada uno expresa sus sentimientos de amor y cariño hacia el otro. Suele suceder que mientras la mujer, más sensible, tierna y romántica por su rol de género, espera ese mismo tipo de muestras de amor de su pareja; el hombre, más enfocado en lo práctico, productivo y concreto, nunca se entera de lo que su pareja esperaba de él.

Mientras ella puede esperar detalles románticos, palabras tiernas o muestras de compromiso, los hombres suelen expresar su amor de otras maneras, por ejemplo, ayudando a su pareja con tareas cotidianas, realizando actividades juntos, o siendo puntuales, es decir mostrando con acciones (y no con palabras o símbolos) su interés por la otra persona.

En general, hay una tendencia de los hombres a expresar y vivir el amor de forma más práctica y concreta que las mujeres. Sin embargo, ni la biología, ni la sociedad, brindan razones suficientes para justificar algunas formas de vivir o huir del amor, pues por mucha biología o cultura que nos influya, los humanos somos los únicos seres vivos conscientes y capaces de reflexionar y modificar nuestra conducta.

Las variaciones en la forma en que los hombres de una misma cultura viven el amor, depende entonces de factores emocionales o psicológicos. Uno de los conflictos más usuales entre los hombres frente al amor, es el de sentirse atrapados cuando la relación de pareja llega a cierta profundidad, usualmente se le llama “miedo al compromiso”.

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Este rechazo a la cercanía puede expresarse de muchas formas, ya sea a través de infidelidades, malos tratos, distancia emocional, o, simplemente, no pudiendo establecer una relación seria. Este conflicto puede tener muchas motivaciones inconscientes, algunas de ellas ligadas al desarrollo temprano de la personalidad.

En el caso del niño, la madre es la primera persona con la que establece una relación de cercanía, ésta cubre todas sus necesidades y él depende por completo de ella para su supervivencia. Al crecer, el niño va adquiriendo independencia e identidad; la forma en que se “separa” paulatinamente de la madre es de suma importancia, pues el varón en particular debe poder desprenderse de ella para “ser un hombrecito como papá” (u otro varón modelo).

Si hay conflictos en esta separación, ya sea por dificultades del niño o de la madre para desprenderse, el niño siente coartada y en riesgo su capacidad, virilidad e independencia, pudiendo quedar marcado con una forma de sentirse ante la cercanía de otros, particularmente de las mujeres.

En todo caso, cada hombre es distinto, aunque hay ciertos factores que influyen en la conducta y vivencia del amor, pero en última instancia si uno, sea hombre o mujer, no se siente cómodo con su vida amorosa, ya sea por algo que él/ella haga o deje de hacer, o por el tipo de parejas que siempre se consigue, se puede reflexionar un poco sobre nuestra conducta, o buscar ayuda para modificar nuestros patrones de comportamiento; por suerte, los seres humanos somos flexibles en nuestra forma de vivir.

Psic. Alejandro Silva

Clínica de Asistencia de la Sociedad Psicoanalítica de México (SPM)

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