Fernando Valenzuela, nacido en 1960 en Etchohuaquila, Sonora, fue una de las figuras más importantes en la historia del beisbol mexicano y de las Grandes Ligas.
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Su impacto en el Rey de los Deportes fue tal que, desde su explosiva llegada a inicios de los años 80, su nombre quedó grabado en la memoria de miles de aficionados que lo vieron triunfar en el montículo.
Sin embargo, su legado no solo radica en sus logros sobre el montículo, sino también en el apodo que lo acompañó durante toda su trayectoria.
El ‘Toro’ fue el sobrenombre que le fue otorgado al serpentinero sonorense, mote que representó la esencia misma del legendario pitcher mexicano.
El apodo que acompañó Valenzuela durante toda su carrera no solo definió su estilo de lanzar, sino también la energía y determinación que lo caracterizó tanto dentro como fuera del campo.
En 1981, el inspirador de la ‘Fernandomanía’ irrumpió en el panorama de las Grandes Ligas con una fuerza poco vista anteriormente.
Con su inigualable ‘screwball’ y un récord de 8-0 en sus primeras ocho aperturas con los Dodgers de Los Ángeles, no tardó en llamar la atención de los medios y del público.
Fue precisamente en ese contexto de euforia y admiración que el diario ‘Los Ángeles Herald Examiner’ lanzó un concurso para bautizar a este joven lanzador que, con apenas 20 años, ya dominaba las Grandes Ligas.
El ‘Toro’ no fue una elección al azar. El astado es símbolo de poder, resistencia y coraje, y Valenzuela lo personificaba en el montículo.
Su corpulencia y su postura reforzaban esa imagen, pero lo que realmente lo hacía merecedor del apodo era su habilidad para mantener la calma bajo presión y su capacidad para enfrentarse a los mejores bateadores del momento sin dejarse intimidar.
Su apodo trascendió generaciones y, aunque este martes 22 de octubre se confirmó su fallecimiento, su figura y mote será recordado como un inmortal del juego de pelota.