es la máxima leyenda del boxeo mexicano, ya que en cada una de sus peleas impuso condiciones y dejó un legado que parece inalcanzable para cualquier pugilista.

Sin embargo, el César del Boxeo ha confesado que tocó el cielo gracias a todos sus éxitos, pero debido a las adicciones a las drogas y alcohol, se derrumbó hasta el infierno, donde le costó un mundo poder salir.

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Uno de los momentos más complicados en la carrera de Julio César Chávez se dio tras perder la pelea contra Frankie Randall en 1994, justo donde ya estaba sumergido en las adicciones y problemas legales.

El Campeón Mexicano admitió que se hundió y lo único que le pasó por la mente fue tomar una pistola y suicidares, situación que no se dio de milagro, ya que su cuñado lo evitó de último momento, rozando sólo la bala su cabeza.

“Yo soñaba, que provenía de una familia humilde, con ser campeón del mundo, con tener millones de dólares, con tener mi yate privado, mi avión privado, tener las mejores viejas, con todo eso soñaba y lo logré todo, a manos llenas todos. La neta nada de eso me llenó, me sentí solo y fue donde me refugié en alcohol y drogas.

“Me demandó Don King, me demandó mi señora Amalia… Cuando uno anda en las drogas y el alcohol le vale madre a uno la vida. Estuve a punto de quitarme la vida, traía mi codo podrido, porque dejaba de drogarme. Gracias a Dios, por cuestiones del destino, porque le jalé tres veces… No sé cómo mi cuñado brincó por atrás y a la tercera que tronó la pistola me la jaló y rosó la cabeza”, comentó.

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