El fútbol argentino inmortalizó a algunas de sus leyendas con apodos que trascendieron, incluso, sus propios nombres de pila. Por eso, mencionar al Loco, es simplemente hablar de Hugo Orlando Gatti. Una figura indeleble, una impronta disruptiva en una época en la que el mundo de la pelota veía con cierta desconfianza romper con lo establecido.
Colores estridentes, una vincha, pelo largo, un estilo único y sin temores. A los 80 años dejó un legado en estas tierras y mucho más en Boca, porque su romance en azul y amarillo duró 12 años, desde 1976 hasta 1988. Y allí construyó su condición de ídolo y revalidó a cada paso su apodo.
Gatti siempre dejó huella adentro y afuera de una cancha. Comenzó a caminar por el mundo del fútbol en Atlanta, pasó por River, por Gimnasia y Esgrima La Plata, Unión de Santa Fe y desembarcó en la Ribera para convertirse en un personaje increíble, una figura que dejó una infinidad de anécdotas y con compañeros de la talla de Diego Maradona.
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Pasaron 44 años de uno de los días más icónicos en la historia del fútbol argentino: aquel en el que Diego Armando Maradona se plantó ante la figura de Gatti. Un 9 de noviembre de 1980, en la previa al enfrentamiento entre Argentinos y Boca por la 12° fecha del Torneo Nacional, el arquero xeneize había confesado ante la prensa que “le preocupaba la tendencia a engordar” de Pelusa.
Hasta ese momento, Diego era una de las máximas promesas del fútbol mundial y Gatti era uno de los mejores arqueros del fútbol argentino y ya era idolatrado por la hinchada de Boca.
La historia comenzó cuando el 31 de octubre salió publicada una entrevista en el diario El Litoral en la que Gatti aseguró: “Sabés lo que me preocupa? Su físico… tengo la sensación de que en pocos años más no va a lograr contener su tendencia a ser un gordito”. Aquella declaración enfureció a Maradona, incluso, cuenta la leyenda que Diego le dijo al entrenador Miguel Ángel López que en la mañana previa al partido lo miró a su DT y le dijo: “Le voy a hacer cuatro goles, Miguel”.
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El encuentro se disputó en el estadio José Amalfitani, de Vélez. El Bicho venía puntero de la Zona B con 16 puntos y Boca tenía 11 unidades. Diego hizo los cuatro tantos que prometió -dos de tiro libre y uno de penal- para los de La Paternal, pero lo más curioso es que los hinchas xeneizes lo ovacionaron. Maradona contó en una entrevista algunos de sus recuerdos de aquella tarde: “En uno de los tiros libre me dijo ‘mirá que yo no dije nada’. Y bueno, a mí me sirvió igual, ja. Uno de esas tardes que le pegás al arco y es gol”.
Según cuentas aquellos que compartieron equipo con él, al Loco le gustaba tomar vino. Tanto que aseguran que solía beber dos vasitos antes de los partidos: “Un día, en la concentración, previo a una cena, armamos la mesa de cuatro y nos dividimos entre los integrantes del plantel, donde había chicos de la reserva. Ponían una botella de vino por mesa. Pidió sentarse con los juveniles porque sabía que los chicos no iban a tomar. Se quería tomar la botella él solo”, recordó José María Colorado Suárez.
Lejos de esconder estas cuestiones, el propio Gatti confesó tiempo después: “Unos vinitos hacen muy bien. Yo siempre tomé antes de los partidos. Me sacaba el cagazo. Porque aquel que dice que nunca sintió cagazo, miente. Y el vino me daba swing. Tomaba más o menos medio litrito. Pero la medida del cagómetro depende de cada uno. El vino me soltaba. Me liberaba. Me hacía perder el miedo”.
Hay momentos que son un pedazo de la historia grande de Boca y en varios aparece Gatti como protagonista. Como aquel 14 de septiembre de 1977, cuando en Montevideo el conjunto de la Ribera venció a Cruzeiro en el tercer partido de desempate y se consagró por primera vez campeón de la Copa Libertadores. El duelo se definió por penales tras la igualdad sin goles. Gatti se transformó en héroe y le atajó el último disparo a Vanderley.
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La leyenda cuenta que el Loco se puso un par de guantes que le regaló Amadeo Carrizo y mantuvo la cábala que utilizó desde que los recibió por intermedio de Ernesto Mastrangelo, que era muy amigo del legendario arquero de River por ser ambos de Rufino, en Santa Fe.
Luego de consagrarse campeón de América con Boca, Gatti le devolvió los guantes a su compañero en el campo de juego del estadio Centenario y le dijo: “Toma, te los regalo, son tuyos”.
Dentro del universo Gatti las historias son de las más variadas. Además, porque el Loco, justamente, tenía una personalidad potente. Tanto que se animó a enfrentarse a la barra de Boca y cortó la relación con la Doce antes de las elecciones a gobernador de la Provincia de Buenos Aires en 1987.
Es que internamente les consultaron a los jugadores a quiénes iban a votar y Gatti aseguró que a Juan Manuel Casella, el candidato por la UCR, porque tenía el respaldo de Raúl Alfonsín. Incluso, grabó un spot televisivo sentado en el sector A de la platea en la Bombonera en el que sugería votar por el candidato del presidente de la Nación. Todo esto, durante el marco de la presidencia de Antonio Alegre, con llegada al radicalismo.
Del otro lado, la barra brava de Boca, encabezada por José Barritta, el Abuelo, estaba ligada al peronismo, con Antonio Cafiero a la cabeza. A partir de ese momento, empezó un enfrentamiento entre los barras y Gatti. Esto desató una distancia casi irreconciliable y hubo problemas con la hinchada xeneize. El primer episodio fue el domingo 30 de agosto, cuando arrancó el torneo y Boca, con Roberto Saporiti como DT, perdió contra Estudiantes por 2 a 1. Durante varios pasajes del partido se escuchó a La Doce cantar: “Los bosteros el domingo, votamos a Cafiero”. Es más, lo silbaron en varias oportunidades y le gritaron: “Borom bom bom, andate Gatti, sos un ladrón”.
Es interminable la cantidad de historia insólitas que escribió Gatti, tanto que se dio el gusto de jugar dos veces como delantero. En 1976, cuando era el dueño absoluto del arco de Boca, se dio el gusto de jugar al menos 45 minutos como centrodelantero en un encuentro amistoso. Tras seis largos años de espera, Boca se llevó el Metropolitano de la mano de Juan Carlos “Toto” Lorenzo, y un equipo que dejaría huella en el club.
Y tras la histórica vuelta olímpica en cancha de River el 4 de agosto de ese año, los dirigentes decidieron programar un partido amistoso para celebrar. En la Bombonera, el equipo campeón jugó contra Platense, que venía de ganar el torneo de la Primera B.
Los titulares de Boca en aquel partido que fueron ovacionados por todo el estadio fueron Gatti; Vicente Pernía, Francisco Sa, Roberto Mouzo, Alberto Tarantini, Jorge Benítez, Rubén Suñé, Jorge Ribolzi, Carlos Mastrángelo, Jorge Veglio y Gerardo Ríos. Hasta ahí todo transcurrió por los carriles normales. Sin embargo, en los segundos 45 minutos todo se revolucionó.
El Toto Lorenzo hizo salir a Toti Veglio, mandó al arco a José Luis Burtovoy y le indicó al Loco Gatti que se parase de 9. La Bombonera, colmada, explotó. “Y bueno, me saqué el gusto. Esta era nuestra noche de fiesta y el público me lo pedía. Pero es difícil jugar adelante. Al segundo pique me fundí...”, reconoció Gatti.
Pero no fue la única vez que Gatti se paró en el ataque xeneize. Boca atravesaba uno de sus peores momentos institucionales, el que luego lo llevaría a jugar con una camiseta cuyos números habían sido pintados con fibrón. Las deudas e incluso un posible remate de la Bombonera hicieron al club tomar una medida desesperada. En 1984, realizarían una gira de 30 partidos para recaudar la mayor cantidad de dinero posible. Las ganancias se usarían en primera instancia para cubrir los gastos, y el sobrante se dividiría entre los jugadores y el club.
Con esa urgencia Boca partió hacia Europa y terminó la gira en Estados Unidos. El 17 de septiembre de 1984, en Fresno, California, Boca se enfrentó a Atlas de México, en un estadio vacío y con 40 grados de calor, Cuentan que el Loco, que aquella tarde fue suplente, aprovechó para tomar sol mientras sus compañeros jugaban.
El equipo, que en ese entonces lo dirigía el brasileño Dino Sani, comenzó ganando 1 a 0. Las altas temperaturas les pasaron factura a los jugadores y por ese motivo tres debieron salir en el entretiempo. Mendoza, Sotelo y Passucci dejaron la cancha para la entrada de José Berta, Luis Abdeneve y Pablo Matabós. El inconveniente fue que Sani se quedó sin delanteros cuando a los 28 minutos del segundo tiempo se lesionó Berta.
El DT pensó como resolver el contratiempo y según cuentan las crónica de la época se acercó a Gatti y le preguntó: “¿Usted se animaría Hugo a jugar de punta?”. El arquero, aseguran, no lo dudó, se paró de delantero y les dijo a sus compañeros: “Omar, tirame buenos centros y mirá lo que hago, vas a ver cómo se juega al fútbol. Atención troncos, que entró el maestro”.
El DT José Omar Pastoriza fue implacable: decidió sacar del arco de Boca a Hugo Gatti después de un error en la derrota por 1 a 0 contra Deportivo Armenio, en la primera fecha de la temporada 88/89. Una mala salida derivó en el oportunismo de Silvano Maciel, que con su gol en la Bombonera decretó –sin saberlo- el último partido oficial del Loco. Más allá de su veteranía, no daba la sensación de que ése sería el encuentro final de Gatti en su carrera, pero aquel tanto del equipo sorpresa resultó una sentencia y ya no tuvo otra chance de jugar.
Luis Abramovich era uno de sus compañeros de aquel plantel xeneize. En una entrevista con LA NACION, en mayo de 2024, el Ruso contó los entretelones de aquella situación: “Gatti quería ser siempre un poco la estrella, con toda su historia a cuestas. Quería ser el último hombre del equipo, más que el arquero, y nos empujaba desde su área. Tuvo una época en la que sus errores ya eran “flagrantes” y bueno… ahí el Pato Pastoriza lo sacó y puso a Navarro Montoya al siguiente partido. El Mono dio la talla, porque le ganamos a River en el Monumental en la fecha siguiente y se quedó con el puesto”.
El exdefensor contó cómo reaccionaron los jugadores frente a un reemplazo tan importante y que marcó un punto de quiebre en la historia de los arqueros de Boca: “No nos pusimos en contra del cambio, teníamos que aceptar la decisión de Pastoriza porque había una razón deportiva. Al mismo tiempo la hinchada apoyó al Pato, un tipo que sabía manejarse ante los distintos estamentos. Además, antes de aquel partido contra Armenio habíamos jugado la final de una Liguilla ante Platense en cancha de Ferro y el Loco salió como si fuera un líbero, como hacía siempre, mientras yo venía en retroceso en diagonal para marcar a Alfaro Moreno. ¿Cuestión? Nos chocamos y el delantero hizo el gol sin marcas… Pero como plantel no tomamos ninguna medida, fue un reemplazo lógico. No se armó una interna en el vestuario por este tema de Gatti”.
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