El Borussia Dortumnd se convirtió en el primer finalista de la Liga de Campeones, que jugará por tercera vez en su historia tras haber tomado el Parque de los Príncipes y derrotar al París Saint-Germain por segunda vez en menos de una semana, esta vez con un gol del veterano Mats Hummels.
Los de Edin Terzic demostraron orden y sacrificio frente a la constelación de estrellas parisienses, que estrellaron cuatro balones en el palo, tras los dos de la ida, para marcharse sin goles en toda la eliminatoria, la tercera vez que lo hacen en su estadio en Europa en los últimos 40 partidos.
La ineficacia frente al gol tiró por tierra su esfuerzo y pone en jaque el proyecto de Luis Enrique, que podrá agarrarse a las ocasiones, a los 26 disparos y 38 acercamientos al área rival, pero que no contó con una buena versión de sus estrellas.
Especialmente de Kylian Mbappé, poco decisivo en los dos partidos, que se despidió del que ha sido su estadio en los últimos siete años en Europa sin pena ni gloria, lejos de la versión de gran estrella planetaria que persigue.
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Si a nivel personal es un fracaso para el jugador, que la próxima temporada militará en otro club, a nivel colectivo habrá que ver cómo le despide el próximo domingo la grada en su última aparición como local en el Parque de los Príncipes.
El jugador, que soñaba con dejar una Liga de Campeones en su ciudad natal, se despedirá con ese amargo sabor de boca que ahora buscará en otros destinos.
Si hay que ver cómo se digiere la derrota en París, también será interesante conocer cómo afecta el triunfo en Dortmund, un equipo que en una temporada irregular ha sabido alzarse a la final, donde nadie le esperaba.
El premio a un juego ordenado, a una disciplina casi militar que sus jugadores acudieron a festejar con su impresionante afición, que tiño de amarillo una esquina del Parque de los Príncipes que desafió con sus cánticos a la sonora hinchada local.
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Empuje francés
Los papeles venían repartidos de la ida, unos, los parisinos, el de atacantes en busca de enjugar la renta contraria con brío eléctrico, mientras los otros, los germanos, tenían que ponerle sosiego al duelo, anestesiar a un estadio tembloroso por los gritos constantes de la grada.
Luis Enrique había trasmitido su espíritu a su once en el que apostó por Gonçalo Ramos en el ataque para fijar la defensa alemana, pero Edin Terzic tenía otra idea, más laboriosa y paciente, que fue impregnando poco a poco el encuentro.
Kylian Mbappé, trató de despedirse por la puerta grande, pero pecó de exceso de celo, de responsabilidad, de querer hacer el más difícil todavía en cada jugada, lo que le llevó a estrellarse ante la defensa del Dortmund.
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Solo un disparo manso en el minuto 7 pudo cambiar las cosas para el delantero estrella, pero fue la única noticia de peligro que dejó el jugador en la primera mitad.
A medida que pasaron los minutos, el ritmo de los germanos se fue imponiendo, los amarillos fueron apareciendo en el área de Donnarumma, que con un semifallo a los 10 minutos pareció dar alas a los visitantes.
Un contragolpe de Adeyemi en el 35 pudo incluso permitir a los alemanes irse al vestuario con ventaja, pero una buena intervención del meta italiano mantuvo las tablas.
Justo antes del descanso un buen disparo de Fabian Ruiz fue desviado por Schlotterbeck y a punto estuvo de colarse en la red de Kobel.
Salida en tromba
De las duchas volvieron a salir enchufados los franceses que a través Hakimi amenazaron y, en el córner siguiente, Zaïre-Emery estrelló el balón en el palo.
En la siguiente jugada, en un saque de esquina, llegó el gol de Hummels, en un desajuste defensivo que permitió al internacional marcar de cabeza.
Tardó unos instantes en equipo francés en reponerse del mazazo, algo grogui en el césped, hasta que recobró el control y el impulso y volvió a encajonar al equipo visitante a la hora de juego.
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Ramos envió un balón por encima del larguero y Nuno Mendes estrelló otro balón en el palo en el 61 en un disparo lejano.
El miedo no atenazó a los alemanes, que recobraron la posición defensiva y, de nuevo, mojaron la pólvora francesa, que intentó más con corazón que con orden desarbolar a los germanos.
En el tramo final, el acoso fue total, con un Borussia encerrado y toda la artillería en pos del tanto que no acabó por llegar. Los palos fueron su tumba. Mbappé estrelló otro balón en el palo en el 86 y dos más tarde fue el turno de Vitinha de probar el sabor de la madera.
No fue posible. Los alemanes no bajaron los brazos achicando agua para dejar muda a la constelación de estrellas del PSG, que ponen en jaque un proyecto que vuelve a despertar sus fantasmas europeos.