El 25 de mayo de 1911, Porfirio Díaz hizo lo que jamás pensamos que haría: entregó el poder en México y se exilió en Francia. En su dimisión explicaba que después de más de tres décadas en el poder, su salida obedecía a la insurrección del pueblo mexicano, ya que él deseaba evitar el derramamiento de sangre.
A los 80 años de edad partió en tren de la Ciudad de México al Puerto de Veracruz, pues se embarcaría hacia Europa la tarde del 31 de mayo. Hay crónicas que señalan que se le despidió con 21 cañonazos, se entonó el Himno Nacional y que en la valla se le hacían honores.
Porfirio Díaz abordó el barco alemán “Ypiranga”, y nunca pensó que sería la última vez que pisaría suelo mexicano, incluso más de 100 años después de su muerte, el 2 de julio de 1915, sus restos siguen en el exilio.
Porfirio Díaz en sus años de juventud. (Foto: Archivo El Universal)
Don Porfirio fue sepultado en la iglesia de Saint Honoré d'Eylau, cerca del departamento en el que vivía, pero en 1921 sus restos fueron llevados al cementerio de Montparnasse, en París.
El traslado se realizó porque su familia creyó que la estancia del cadáver en Saint Honoré sería pasajera, ya que pensaban traerlo a México, pero eso nunca pasó, por lo que decidieron comprar una tumba en Montparnasse y dejarlo ahí de manera definitiva. Ahí reposa al lado de figuras como Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir o Julio Cortázar.
Los encargados del cementerio indican que la tumba y la cripta del general, son sencillas y nunca han sufrido de ningún incidente de vandalismo. La fachada se distingue por tener la efigie de un águila republicana y en su interior hay motivos alusivos a la cultura mexicana, como la Virgen de Guadalupe.
Año con año, cientos de visitantes se dan cita en el cementerio de Montparnasse, para contemplar la tumba más mexicana en París y dejarle flores, banderas de México y hasta cartas escritas en español.
El exilio de Porfirio Díaz en París
A diferencia de su vida llena de lujos en México, los últimos cuatro años de su vida en París fueron modestos. Vivía en un departamento ubicado en el número 26 de la Avenida del Bosque, hoy Avenida Foch. El inmueble tenía dos recámaras, con una sala y dos cuartos de servicio; dos jóvenes hacían el servicio para él y para su esposa, Carmen Romero Rubio.
Se alejó en gran medida de la opulencia, pues únicamente se mantenía de las ganancias generadas por sus acciones bancarias. Su sueldo como militar lo había donado a alumnos distinguidos del Colegio Militar en México.
Foto: Archivo El Universal
Aprovechó su estancia en Europa para visitar sitios como España, Alemania y Austria, pero la edad y el desgaste físico lo fueron aislando, por lo que al final, solo podía salir a dar pequeños paseos por los Campos Elíseos o lugares cercanos a su casa.
La soledad también lo afectó, pues ninguno de sus aliados políticos que vivían en Europa estuvieron con él durante sus últimos días. Doña Carmen reveló que su marido sufría de alucinaciones, que perdió el habla y la noción del tiempo, hasta que falleció por causas naturales. Además, solo ella, su hijo y su nuera estuvieron con él cuando murió.
Foto: Guilhem Vellut en Flickr
Con información de El País
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