“El albur es para que te rías, para que te diviertas, no para agredir”, eso era lo que pensaba Lourdes Ruiz Baltazar sobre esta popular expresión del folclore mexicano.
Mejor conocida como “La reina del albur”, fue una mujer originaria del barrio bravo de Tepito, que desde pequeña aprendió sobre sufrimiento. Además de las carencias económicas a las que se enfrentaba en su hogar, le tuvo que dar batalla a una dura enfermedad: el cáncer.
Cuando Lourdes tenía nueve años de edad, se dio un golpe en la ingle mientras jugaba en el barandal de unas escaleras. A los 12 años le detectaron un tumor canceroso en esa zona. Su madre dio la autorización para que los médicos le extirparan la matriz y el útero, situación que ella jamás le perdonó, pues terminó con su anhelo de convertirse en madre.
Cuando cumplió 15 años, su madre la llevó de viaje a París, pero ella no disfrutó su celebración porque le habían dicho que a esa edad iba a morir debido al cáncer, así que lo vivió como un viaje sin retorno. Lourdes esperaba la muerte y eso la llevó a caer en las drogas y el alcohol, pero a pesar de las adversidades, supo levantarse y dibujar siempre una sonrisa en su rostro.
En diversas entrevistas narraba que tuvo su primer negocio a los 9 años de edad, cuando su papá le dio 5 pesos y le dijo que llenara un bote de clarasol y lo revendiera; lo que ganara, sería para ella. Después comenzó a vender dulces y cosas por docena.
Cuando tuvo el suficiente dinero, adquirió un puesto que luego puso en renta, el cual le ayudó tanto económicamente, que gracias a él, pudo recorrer el mundo. Lourdes señalaba que gracias a sus negocios había ganado tanto dinero que además de sus múltiples viajes, se pudo comprar un departamento en la mismísima Fortaleza de Tepito, el cual era tan grande que tenía tres recámaras. Cuando se sentía triste se quedaba en la habitación rosa; cuando tenía problemas económicos o personales, en la verde, y cuando se sentía “la dueña del mundo” dormía en la roja con dorado, “la de alto pedorraje”, según decía.
Su puesto más famoso era el de mamelucos, en el que simpre atendía preguntando: “¿Qué talla, jefa? ¿Qué talla?”
Lourdes Ruiz. (Foto: Roberto Armocida/ElUniversal)
Desde temprana edad se dedicó al comercio en Tepito, pero pronto descubrió su talento para los albures. A pesar de que era de una de las colonias más populares de la Ciudad de México, Lourdes señalaba que en su casa no estaba permitido decir groserías, o de lo contrario, les lavaban la boca. Así que tuvo que aprender a expresarse sin palabras altisonantes.
Lourdes hizo historia en 1997, al convertirse en la primera mujer en ganar el torneo de albures en el concurso “Trompos contra Pirinolas”, que se llevó a cabo en el Museo de la Ciudad de México.
La fama adquirida llevó a “La reina del albur” a participar en varios programas de televisión y diversos proyectos en los que buscaba difundir la cultura del barrio de Tepito.
Lourdes Ruiz también realizó varios talleres para aprender a alburear, fue ponente, conferencista y hasta plasmó sus conocimientos en el libro Cada vez que te veo palpito, donde hablaba sobre la historia, cultura y psicología del albur. Lourdes consideraba que esta expresión podía ser un paso para la igualdad de género; decía que un hombre y una mujer no podían alburear de la misma manera porque siempre ganarían sus prejuicios, pero un hombre y una mujer podrían comunicarse mejor usando estas expresiones populares.
(Foto: Alma Rodríguez/El Universal)
Sí, “La reina del albur” era una de las famosas “7 cabronas de Tepito”, era una de esas mujeres que decidían alzar la voz para defender su identidad cultural y hacer suyo el barrio donde nacieron y crecieron.
“Las 7 cabronas de Tepito” son un símbolo que refleja la lucha de las mujeres no sólo en el barrio bravo, sino en el mundo entero. Como decía Lourdes: “Ser cabrona no es que nunca te chinguen, es que te sepas levantar después de los chingadazos”.
En el mural a "Las siete cabronas de Tepito. (Foto: Lucía Godínez/El Universal)
Lourdes Ruiz falleció el 13 de abril de 2019, a los 47 años de edad, víctima de un paro cardíaco. Aunque nunca tuvo hijos propios, se encargó de Valentina, una joven que en realidad era su sobrina, hija de una de sus hermanas que murió en un accidente.
Con información de El Universal.
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