Cuando alguien muere es un momento difícil y triste para la familia. No todos tienen la posibilidad de dejarles herencia a sus seres queridos, pero aquellos que sí tienen se vuelve una tarea difícil de decidir a quién recompensar, aunque siempre habrá alguien que no esté de acuerdo con la última voluntad.
El pasado 9 de abril, Felipe de Edimburgo falleció a los 99 años de edad. El esposo de la reina Isabell II dejó un testamento de su patrimonio, del cual no se tiene la cifra exacta. Algunos dicen que 12 millones de libras, otros que 30 y unos más han llegado a afirmar que su fortuna alcanza los 44 millones.
Sea la cantidad que sea, el duque tomó una decisión y dividió su herencia entre su esposa, sus hijos y algunos empleados que lo cuidaron en sus últimos años. Lo sorprendente es que las proporciones no son igualitarias para ninguno de ellos.
Como era de esperarse, Felipe de Edimburgo le dejó la mayoría de su patrimonio a su esposa, la reina Isabel II. Una decisión inteligente, pues de acuerdo con las leyes británicas, cuando la fortuna pasa de consorte a soberano (de Felipe a la reina), o de soberano a soberano (de la reina al príncipe Carlos), quedan exentos de pagar al tesoro público un impuesto de sucesiones, que es el 40% de la herencia.
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El esposo de la reina ha querido compensar el tiempo y la amistad que le brindaron tres de sus empleados durante sus últimos años. Estos fieles trabajadores estuvieron a su lado hasta el final, pues incluso fueron parte del cortejo fúnebre que caminó detrás de su ataúd antes de ser enterrado.
Los afortunados son Archie Miller-Bakewell, su secretario privado y mano derecha desde hace muchos años, así como su paje, William Henderson, y su ayudante de cámara, Stephen Niedojadlo.
Miller-Bakewell, Henderson y Niedojadlo, lo cuidaron y acompañaron desde que se jubiló y mudó a Sandringham en 2017. Además, durante la pandemia de coronavirus estuvieron con el duque y la reina en el castillo de Windsor, razón por la cual la monarca estuvo de acuerdo con la decisión de su marido.
Una de las grandes sorpresas, especialmente para los británicos, fue saber que Felipe no desheredó al príncipe Harry. De acuerdo a diversos medios de comunicación ingleses, después de que el duque de Sussex renunció a sus deberes en la realeza, nadie esperaba que fuera contemplado.
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Sin embargo, el esposo de la reina Isabel II no consideró que eso, ni la entrevista que otorgó junto a Meghan, quien acusó a la familia de racista, fuera motivo para dejar a su nieto fuera.
“El duque de Edimburgo no era la clase de hombre que castiga a un nieto por portarse mal. Era un hombre muy justo, imparcial y encantador. Nunca le guardó rencor”, indicó una fuente del Palacio de Buckingham.
Es muy común que los hijos hereden los bienes de los padres, pero en esta ocasión al parecer los descendientes de Felipe de Edimburgo no resultaron muy beneficiados.
Los príncipes Carlos, Ana, Andrés y Eduardo tienen derecho a elegir “lo que quieran” de la colección privada de 13 mil libros de su padre. Esto pareciera muy poco, pero muchos aseguran que el duque le dejó todo a la reina, para que ella decida si tras su muerte, lo deja todo a sus hijos u a otros, como a sus nietos.
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