En la década de los 80, el ahora presidente ruso, Vladimir Putin, trabajó como espía para el Comité para la Seguridad del Estado (KGB), los servicios de inteligencia de la entonces Unión Soviética. Él fue destinado como agente en Dresde, en Alemania Oriental.
De 1985 a 1990, Putin fue agente de la KGB, la agencia soviética de inteligencia y policía secreta a la que había ingresado desde 1975. Tenía 33 años cuando, gracias a su dominio del idioma alemán, pudo convertirse en espía.
Poco se sabe de sus actividades en esta última etapa de la Guerra Fría, pero Wladimir Usolzew, quien fuera su compañero de oficina, publicó en el 2015 un libro en el que cuenta las labores que realizaban, como reunir información, procesarla, transmitirla a la central y reclutar espías; el texto lleva por título Mein Kollege Putin. Als KGB-Agent in Dresden 1985-1990 (Mi colega Putin. Como agente del KGB en Dresde 1985-1990).
(Foto: Oleg Kotlyarenko/AP)
Se sabe que Putin se instaló en Dresde con su esposa Liudmila Pútina y su hija Mariya, pues su segunda hija, Katerina, ya nació en Alemania. El nivel de vida que tenían en ese país era mejor que en el de la URSS; su piso era de 66 metros cuadrados y hasta pudieron comprarse un automóvil.
El episodio que más se conoce sobre Putin en su faceta como agente secreto, es cuando el 5 de diciembre de 1989, a un mes de la caída del muro de Berlín, ciudadanos de la Alemania Oriental se concentraron en las oficinas de la Stasi (policía secreta de la República Democrática Alemana) y de la KGB en Dresde.
Vladimir Putin contaba con el grado de oficial mayor, así que salió y les advirtió que no intentaran entrar por la fuerza al inmueble: “Mis camaradas están armados, y están autorizados a utilizar sus armas en caso de emergencia”. Ante esto, las personas que se manifestaban decidieron marcharse.
Años después, el presidente ruso reveló que había llamado a la unidad de autos de combate del Ejército Rojo, acuartelada en Dresde, para pedir protección, pero se la negaron, así que comenzó a quemar miles de documentos comprometedores. Eso le enseñó que hasta el régimen más fuerte puede caer, por lo que comenzó su afán por un modelo de poder absoluto.
Para marzo de 1990, Vladimir Putin y su familia emprendieron el regreso a la URSS. Su futuro era tan incierto, que incluso llegó a comentarle a su compañero Wladimir Usolzew, que probaría suerte como taxista en Leningrado, ciudad que después recuperó el nombre de San Petersburgo.
(Foto: AP Photo/RTR)
Para octubre de 1990 la República Democrática Alemana dejó de existir, y en diciembre de 1991, la URSS se disolvió.
Las amistades que Putin estrechó con los alemanes del este, con quienes compartía datos y momentos de diversión, continuaron por muchos años.
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