Por: Valeria Schapira, experta en relaciones para Match.com
En la era de la imagen y de la hiperconectividad, muchas veces nos forjamos una imagen de las personas a través de lo que muestran en sus redes sociales. Imaginamos conocerlas en su intimidad y esto rara vez es así, por una sencilla razón: mucho de lo que subimos a las redes está “decorado” para obtener la aprobación ajena.
Aprender a leer entre líneas aquello que se publica en las redes sociales nos ayuda a desarrollar relaciones más genuinas, ya que la única manera de conectar con los otros en profundidad, es hacerlo desde la autenticidad.
¿Por qué “editamos” nuestras vidas en las redes sociales?
Es inherente a los seres humanos buscar la aceptación y aprobación del prójimo. Todos queremos ser queridos, apreciados en nuestro ser y en aquello que hacemos. Y, de manera consciente o inconsciente, proyectamos ese ser ideal en nuestras redes sociales, la gran vidriera universal.
¿Te has detenido a pensar qué porcentaje de personas es el que cuenta sus reales sentimientos de tristeza o preocupaciones? La mayoría de los usuarios no lo hace porque, o bien es reacio a mostrar públicamente su vulnerabilidad o bien teme ser rechazado si “tira mala onda” en un lugar supuestamente diseñado para la alegría.
Hoy en día, muchos de los momentos que vivimos están mediados por la puesta en escena que hacemos para compartirlos en línea: así como algunos turistas sólo completan su disfrute viajero con el permanente registro fotográfico, lo mismo hacemos con las cámaras de nuestros teléfonos inteligentes en nuestros momentos de encuentro y sociabilización.
Soplamos las velitas de la torta de cumpleaños en el mejor ángulo de la selfie; tapamos el desorden del living para que la casa parezca más bella y “producimos” cada momento para que parezca más inolvidable, feliz y único. Instagram es el ejemplo más paradigmático de esta producción artística de nuestras vidas privadas. En la red de las fotografías lo que abundan son sonrisas, platos sabrosos, lugares paradisíacos. Jamás una lágrima.
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Pasamos muchas horas conectados desde nuestros teléfonos, tablets y computadoras. Son incontables las ocasiones en las que, por mirar las vidas ajenas descuidamos la propia. Creemos que “el pasto siempre es más verde en el jardín del vecino” y nos olvidamos de regar el propio. Un buen ejercicio es aprender a desmitificar la supuesta perfección de la vida de los otros y abocarnos a cultivar nuestro propio ser.
Una excelente idea para empezar a vivir de manera auténtica es comenzar a mostrarnos de manera sencilla - como somos en la vida cotidiana, en las redes sociales para achicar la brecha entre la vida real y la virtual. La tecnología - cuando es puesta a nuestro servicio- , nos ayuda a vivir una vida más amorosa y genuina.
La misma honestidad aplica a nuestra interacción en los portales de cita – que no son lo mismo que las redes sociales, sino sitios específicamente diseñados para encontrar pareja.
Sé tú mismo. Es la única forma de encontrarte con personas valiosas, transparentes y nutritivas.
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