Eran migrantes ilegales mexicanos, no tenían dinero ni esperanza, sólo los vocablos básicos del inglés. Era un año difícil, 2004 y ellos lo hicieron. Lograron lo que nadie creía posible.
Estudiaban en la que es considerada como una de las preparatorias más importante en Estados Unidos, donde asisten chicos interesados y con cualidades para la ingeniería, mecánica, robótica. La Escuela Secundaria Carl Hayden de la Comunidad Falcon es famosa por su Club de Robótica, casi un paso directo a las universidades especializadas en esta área.
Era 2004, y fue la revista Wired, especializada en tecnología que publicó un reportaje que rompía paradigmas.
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Foto:Livia Corona/WIRED
Oscar, el líder
Este es uno de los párrafos que tenía aquel largo reportaje que narraba la importancia de Allan Cameron, el patrocinador de Club de Robótica, quien juega un papel relevante en la historia…
“… "¿Qué es un cable PWM?" Fue la brusca pregunta al conductor de la furgoneta, Allan Cameron, que espetó Lorenzo, como despertando de un sueño. Cameron fue el profesor de informática patrocinador del programa de robótica de la secundaria Carl Hayden. A los 59 años, tenía una barba bien recortada blanca, cabello castaño despeinado, y más energía que la mayoría de los hombres con la mitad de su edad. Junto con su compañero profesor de ciencias Fredi Lajvardi, Cameron había puesto volantes alrededor de la escuela unos meses antes, ofreciendo a patrocinar cualquier persona interesada en competir en el Concurso Vehículo Operado Remotamente de la tercera edición del Centro de Educación de Tecnología Marina avanzada. Lorenzo fue uno de los primeros en mostrar a la reunión después de la escuela en la primavera…”
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Foto:Livia Corona/WIRED
Lorenzo, el mecánico
Lorenzo Santillán, Oscar Vázquez, Cristian Arteaga y Luis Aranda, todos ellos en edades de entre los 16 y 19 años de edad, en ese momento, se inscribieron en el concurso, recaudando fondos en los restaurantes locales y con los empresarios pequeños de la zona.
En el certamen estarían participando alumnos de universidades públicas y privadas, los del MIT, con todos los recursos a su alcance para mostrar de qué están hechos.
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Foto:Livia Corona/WIRED
Y entonces después de meses de preparación, se presentaron en el concurso con un extraño robot, compuesto por hélices, cámaras, luces, detectores de profundidad, bombas, un micrófono submarino y una pinza articulada. Asimismo, en la parte superior, un maletín impermeable que servía de contenedor para el grupo de procesadores, minúsculos ventiladores y diodos de luminosidad (LEDs).
¿Qué hacía?
En su conjunto, el robot parecía ser abstracto y económico, sin embargo, la funcionalidad asombrosa de recolectar objetos a unos 15 metros de profundidad, le valió el bono para lograr el reconocimiento de los analistas del proyecto.
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Foto:Livia Corona/WIRED
Cristian, el genio
Así lo publicó un periódico local en 2004:
“Cuatro mexicanos se encuentran actualmente viviendo en el país que es reconocido a nivel mundial como potencia en el desarrollo tecnológico. Los cuatro jóvenes, dedicaron sus ratos libres para desarrollar un prototipo acuático de casi un metro de alto que es capaz de recuperar objetos bajo el agua mediante un esquema de control remoto.
Óscar, Lorenzo, Christian y Luis compitieron con mucho menos recursos que sus competidores de otras preparatorias, pero más ingenio y ganas, los estudiantes mexicanos lograron ganar el concurso.”
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Foto:Livia Corona/WIRED
Luis, el enlace
A 10 años, en enero se estrena la cinta que narra la historia de estos jóvenes que rompieron las expectativas y demostraron que son mucho más que una historia aspiracional…
Este es el tráiler de la cinta que protagonizan Marisa Tommei, George López y Carlos Peña.
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Con información de wired.com y electronicosonline.com